Por Paula Hormazábal, psicóloga clínica especialista en psicoterapia femenina y temáticas de género.
La rabia nos impide profundizar en nuestros sentimientos, en ella se ocultan el miedo, la culpa, la vergüenza y el dolor. Esta emoción puede indicarnos que nos estamos sintiendo heridos o vulnerados ante alguna situación o relación. O que existe algo de lo que no nos hemos hecho cargo y necesitamos enfrentarlo para erradicar la presión emocional que nos genera.
La rabia puede transformar toda nuestra realidad emocional y si no es canalizada, corremos el riesgo de quedar estancados en una posición de víctima frente a lo que sucede. Esta emoción nos lleva a poner de manifiesto que hemos sobrepasado nuestros valores, límites y deseos en pos de algo que no ha sido recíproco. Por esta razón, la rabia se anida en el sentimiento de injusticia.
Ésta surge cuando no existe el espacio para expresar nuestras emociones, por tanto, se convierte en un resentimiento que consume mucha de nuestra energía vital. Impidiendo que realicemos actividades y tomemos decisiones, confinándonos a un lugar en el cual podemos sentir indefensión.
Cuando habitamos la rabia sin poder canalizarla, lo hacemos a través de conductas impulsivas que se evidencian en nuestras palabras o acciones hacia otras personas. Por lo que nos podemos volver violentos, irritables y cada conflicto (por pequeño que sea), se transformará en una oportunidad para que todo aquello que está acumulado salga a la superficie con la misma fuerza que una erupción volcánica.
En momentos de crisis, como los que estamos viviendo producto de la pandemia, la rabia se puede manifestar con síntomas físicos y psicológicos, podemos estar más proclives a estar irritables, menos tolerantes a la rutina, así como también cerrados a la hora de expresar nuestra vulnerabilidad o el miedo que sentimos frente a la situación.
Señales de rabia acumulada
Cuando comenzamos a gestar la rabia en nuestro interior podemos sentirnos culpables, deprimidos y perdemos de súbito la confianza en nosotros mismos y en quienes nos rodean, por lo que podemos dejar de hacer cosas que son importantes en el día a día y cambiarlas por actitudes de rebeldía o rechazo:
1-Retrasar alguna decisión o tarea cuando en realidad no aceptamos que no queremos hacerlo
La demora en algo que tenemos que hacer y que está relacionado con otro, resulta ser una forma pasiva de venganza.
2-Utilizar el sarcasmo o la ironía
Expresar comentarios ácidos y poco aportativos en las conversaciones que mantenemos, así como también, aunque podamos estar de acuerdo con algo, preferimos ridiculizar a quién nos está hablando.
3-Mostrarse exageradamente alegre
De manera forzada e inconsecuente a la situación que se está viviendo.
4-Síntomas físicos
Se manifiesta en forma de tensiones musculares en la zona del cuello, la nuca, los hombros y la espalda. Dolor de cabeza y cansancio.
Mientras más rabia acumulemos mayor será la desconexión con nosotros por tanto la capacidad de autorregulación emocional disminuye, entrando en un estado de confusión y abatimiento emocional que puede desgastar nuestra salud mental y la de quienes están a nuestro alrededor.
De la rabia a violencia existe una distancia mínima, la rabia mal canalizada se transforma en lenguaje agresivo, hiriente que destruye el respeto, la confianza y el vínculo. Deteriora la paz interna y limita la capacidad de ver la realidad.
La rabia es una autoagresión, por tanto, podemos responsabilizarnos de ella, reconociéndola, expresando lo que sentimos en el momento, aceptando los límites personales y practicando la humildad. Finalmente la responsabilidad personal también exige crear ambientes sanos, partir desde por una misma es siempre un buen comienzo.