Por Carolina Reyes Cristi, Psicóloga, Magíster en Psicología Educacional y Directora Colegio Monteluz
El agobio, el estrés, la ansiedad, la falta de paciencia, los problemas de memoria y la sensación de fatiga, son las manifestaciones más visibles de un estado de cansancio acumulativo. Ese que venimos acarreando en este segundo año de pandemia.
En este período, la capacidad de adaptación se ha puesto a prueba: ”encierro y libertad”, se han ido superponiendo y en esta dinámica, los niños han sido uno de los grupos más afectados, ya que entre otras cosas, han tenido que adaptarse al permanente cambio de clases presenciales y clases online, producto del cambio de fase o por medidas sanitarias.
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¿Qué pasa con el cansancio de fin de año en los niños?
Quienes tienen hijos, se habrán dado cuenta que ellos también han empezado a manifestar agotamiento; es posible verlos con menos energía, más irritables, más lábiles emocionalmente o también más hipersensibles. Sobre todo los más pequeños (2 a 3 años), donde las pataletas han aumentado como una manera de expresar su sentir.
En el caso de los niños más grandes y los adolescentes, el estrés se ha potenciado con las evaluaciones de fin de año, ya que además de estudiar, están bajo presión o preocupados de cumplir las expectativas en su rendimiento final. Estos factores son detonantes de altos niveles de estrés y en algunos casos, un desgaste en su salud mental.
Bajo esta dinámica, tenemos a una familia estresada, padres y niños agotados, lo que claramente afecta el clima emocional al interior de los hogares. Generando peleas, conflictos, problemas de comunicación, etc.
Considerando este escenario, es importante que los adultos puedan regalarse tiempo para sí mismos. Por ejemplo para descansar, meditar, bailar, hacer ejercicio, pintar, leer, etc. Estos momentos de autocuidado los conectarán con el placer y les generarán relajo y bienestar.
Si no se generan estas instancias, el cuerpo comenzará a comunicar el estrés y agotamiento, manifestándose en enfermedades o afecciones físicas y/o psicológicas, obligando a detenerse, a través de una vía poco sana. Asimismo, es fundamental dedicarles instancias de calidad a la familia y a los hijos, donde el adulto pueda estar disponible emocionalmente y no, hablando por celular, trabajando o realizando alguna labor doméstica.
Los niños necesitan ser contenidos y leídos en sus emociones y sus padres sólo podrán hacerlo si están bien, en calma y disponibles emocionalmente.
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