Por: Nicolle Knüst, periodista, Socia y Cofundadora de Wunder Group
Como consumidora y usuaria de redes sociales, he visto sostenidamente como el odio se ha estado expresando libremente. Nos enteramos de esto no sólo por los comentarios que vemos de manera pública, sino que también gracias a la apertura de espacios íntimos de personas que visibilizan la agresividad a la que están expuestas.
En la mayoría de los casos los haters difaman odio a las personas por manifestar sus perspectivas de vida o incluso sólo por compartir sus vidas. Promoviendo de manera indiscriminada comentarios ofensivos y denigrantes, logrando que estas personas, identificadas como sus puntos de ataque, cierren sus cuentas, o terminen manifestando algún episodio de salud mental, afectando todas sus esferas de vida.
¿Qué pasa con Chile y la violencia en redes sociales?
Ante esta realidad, es imposible no referirse al derecho de la libertad de expresión. Que está consagrada en el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, que describe sus elementos fundamentales como derecho consustancial a todas las personas. Posteriormente, ese derecho ha quedado protegido en infinidad de tratados internacionales y regionales.
Nuestro país ha sido reconocido de manera internacional en distintos rankings sobre libertad de expresión. Hasta el año 2019 la organización Freedom House situó a Chile entre uno de los escasos países sin peligros para la libertad de prensa. Sin embargo, en nuestro país no hay legislación específica sobre la violencia en línea. Existe la Ley Antidiscriminación y la Ley de Opinión y Libertad de Prensa, que prohíbe la difusión de opiniones discriminatorias o que promuevan el odio.
El año 2014 se presentó un proyecto contra la incitación al odio, pero que aún está en trámite en el Congreso. Desde la Academia, se cuestionan a los legisladores, quienes en muchas ocasiones no cuentan con los conocimientos, ni están capacitados para poder presentar un proyecto de ley acorde a las reales problemáticas. Por lo tanto bien sabemos que quién hace la ley tiene el poder, pero no necesariamente las competencias.
El gran desafío es cómo en una sociedad democrática, tolerante y pluralista se aborda el discurso de odio. Evitando limitar la libertad de expresión, pero asegurando que no sea fácil y que tenga sanción cometer este tipo de transgresiones. Es una línea delgada y por eso no es fácil legislar sobre este tema.
La importancia de la libertad de expresión
La libertad de expresión es fundamental. Pero esta piedra angular del marco internacional de los derechos humanos no debe convertirse nunca en una excusa para legitimar el odio y la intolerancia. Todo discurso contrario a la dignidad humana, puede poner en grave riesgo de ataques y persecuciones a sectores históricamente segregados y discriminados.
De hecho un estudio realizado el año 2020 por la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex, de sigla ILGA Mundo, confirma que las personas LGBTI dentro de la población son especialmente vulnerables a la hostilidad en línea. El 84% de las personas encuestadas en este estudio dijo que esos espacios los han expuesto a discursos de odio y amenazas.
Sabemos que los negacionismos son a su vez otra forma de expresión de odio, sobre todo cuando los debates legítimos sobre las reformas legales se utilizan como pretexto para negar a las personas su libertad, incluso su derecho a la existencia. Que además hemos visto, por ejemplo ante la crisis Covid-19, que estas corrientes suelen alimentar al mundo virtual con desinformación, por medio de fake news o estados alarmistas, exacerbando el estrés social, y el caos de manera injustificada.
¿Cómo combatir la violencia en redes sociales?
Universalmente tenemos una gran misión para frenar la violencia cibernética, mientras que individualmente no debemos reproducir los discursos de odio, siempre verificar nuestras fuentes de información, rechazar las cuentas falsas, bots pagados, o cualquier mala práctica. En caso de ser víctimas de hostigamiento, amenazas o cualquier ofensiva documentar los ataques con evidencia, que es clave para cualquier proceso posterior, en caso de ser testigos podemos denunciar cuentas que promuevan este tipo de prácticas. Y como sociedad fomentar la justicia, inclusión y tolerancia, para evitar que se sigan gestando desigualdades y validaciones políticas de dichas divergencias.
Por supuesto continuar con la educación, visibilización, deconstrucción, y quiebres de paradigmas para que los internautas utilicemos las redes sociales como un espacio en donde podamos construir y no destruir.
Abordar los discursos de odio significa evitar que se conviertan en una incitación a la discriminación, la hostilidad y la violencia en redes sociales. Sin lugar a dudas debe regularse no sólo desde el espacio privado, sino que debe ser una misión integrada de cada individuo, organizaciones no gubernamentales. Gobierno y las mismas plataformas que son producto de procesos innovadores y disruptivos. Esto significa que sus ADN son dinámicos y pueden implementar sistemas, mecanismos y políticas anti odio de manera rápida. Así mancomunadamente debemos de comprometernos con la dignidad humana, la inclusión y el respeto a las minorías.