Comenzaba la pandemia por allá en 2020 y los sosténes aún seguía siendo rutina de muchas. Te duchas y lo primero que piensas es en el sostén que debes usar y que obviamente debe cumplir con requisitos: que sea blanco si usas ropa blanca, que sea cómodo si vas a trabajar, que no te veas apretada pero tampoco suelta, y así te podría nombrar una lista infinita. Sin embargo, creo que todas comenzamos a descansar de él, y por “descansar”, me refiero a prescindir.
Lo que en un principio parecía impensable de olvidar, poco a poco —y a medida de que las restricciones por el coronavirus aumentaban— nos empezamos a dar esos “permitidos”. Para qué voy a usar sujetador si solo voy a estar en casa. Así comenzamos muchas y hoy ya ni si quiera es tema: pasó de moda.
Muchas amantes de los sostenes podrán odiarme y es que, claro, desde pequeñas nos han dicho que usarlo beneficia el levantamiento de nuestros senos y evitan que a larga de caigan. Sin embargo, no me digan que no hay nada mejor que llegar a casa y desabrochar ese presillas que te tienen al borde de un colapso.
Una vez desabrochado, un momento de relajo llega de inmediato, y decenas de mujeres, juramos que no volveremos a engancharnos esta monstruosa prenda alrededor del pecho. Pero claro, como un novio tóxico, volvemos y volvemos a caer.
¿Es necesario usar sostenes?
“No tienes por qué ponértelo” nos comenzamos a decir algunas en esos primeros días de encierro, en esas primeras reuniones o en esas fugaces salidas al supermercado por un par de provisiones. “No tienes por qué ponértelo” nos empezamos a repetir más y más veces, hasta que ya la frase se transformó en “no me lo voy a poner”. Allí, las tiendas de sostenes sintieron un dolor en el pecho.
Por eso, los sostenes y la pandemia hoy son enemigos declarados. Si bien antes nos daba pudor salir a la calle sin sostén pues podíamos enseñar “un poco de más”, esa situación parece ya no acomplejar a las mujeres de hoy, quienes gracias a esos días de confinamiento, ya se acostumbraron a tener el cuerpo libre.
El coronavirus —solo y exclusivamente en este sentido— pareció ser una bendición disfrazada para miles de nosotras que nunca disfrutamos tanto del uso de un sujetador. Ese dolor de espalda y marcas rojizas luego de usarlo, no la extrañaremos para nada.