Hace un año, cuando recién llegaba la pandemia a nuestras vidas, uno de los virales de TikTok en Chile que se tomó las redes fue el que revivió a la recordada Ana María Muñoz, conocida como ‘Zapallito italiano’, quien era la ‘chica techno’ del programa Extra jóvenes.
Actualmente, ella vive con su pareja, con los hijos de él y ella. Y se encuentra alejada de la TV, pero sigue con su pasión del baile, ya que da clases de baile entretenido en empresas y municipalidades. Lo que busca ella es que sus alumnas se liberen y les aconseja que se vistan como quieran, se maquillen o se pongan una peluca, lo que sea que las haga salir de su zona de confort.
La ex ‘chica techno’ también ahora tiene 70 kilos menos que cuando la conocimos y tiene mechas fucsias en el pelo, además de usar lentes de contacto azules.
Su infancia y adolescencia
En entrevista con POUSTA, Ana María Muñoz habló de su infancia, lo que fue vivir en una casa de acogida para niñas, sufrir de abuso sexual, y también de los esquemas que rompió al ser una chica curvilínea en pantalla.
Zapallito en la década de los ochenta vivía en una casa de acogida para niñas en Valparaíso, donde tenía el anhelo de conocer a su mamá biológica. Durante ese tiempo, ella soñaba con ser famosa, aparecer en TV, ya sea bailando, cantando o haciendo reír a la gente.
Sus primeros recuerdos son más bien borrosos, por lo que no recuerda a sus padres. Sobre su tiempo en la casa de acogida, recuerda compartir su habitación con alrededor de 80 niñas más. «Me despertaba en la noche y me iba a robar el pan. Me ponía una marraqueta debajo de cada axila y se las llevaba a las chiquillas. Hasta que un día me pillaron», contó.
Una vez intentó hacer lo mismo con unas empanadas dulces, pero una de las cuidados se dio cuenta y le hizo confesar quién había sido cómplice del hurto, a costa de meterle las manos bajo el fuego de la cocina. Según Ana María, esa vez lloró mientras veía sus manos enrojecer.
Por su mala conducta, con el paso de los años, la dejaron en otro hogar en Viña del Mar. «Ahí me sentía cuica. Porque vivir en Viña es de paltona. Yo medía un metro setenta y tenía un cuerpo grande, era la anchita, la rellenita, aunque ahora veo una foto y digo qué lola más flaca. Pero nunca me sentí fea o distinta por eso, nunca me faltaron pololos tampoco», relató.
Pero en la parte académica no le iba bien, lo que se remontaba a su constante pregunta de quiénes eran sus padres.
A los 17 años ese tiempo se terminó y las tías del hogar de Viña le contaron que una mujer la quería conocer, que era su mamá. Zapallito al fin la conoció y se abrazaron. Luego, su madre le presentó a sus medios hermanos. La escena conmovió a todo el hogar.
«Yo quería saber quién era, sentir su piel, el ritmo de su respiración. Empezaron otros días a llegar más familiares: mi abuela, una tía, un tío, vino mucha gente. La monja y la asistente social no iba a dejar que me fuera con cualquier persona, pero decidí dejar el hogar, irme a la casa, vivir con mi familia, cumplir mi sueño», contó.
No fue la mejor decisión
Anita María llegó a una mediagua en el Cerro Rodelillo de Valparaíso, donde vivían como diez personas. «En el hogar yo estaba mejor, teníamos camas ricas y cómodas, un mueble para guardar las cosas, un baño lindo. Aquí había un wáter plantado, las heces se iban cerro abajo, había que tirarles agua con un balde», expresó, recordando que su mamá no la mandó al colegio. En ese tiempo empezó a limpiar la casa, cocinar y encargarse de llevar a los otros niños del jardín.
Tras un tiempo, su mamá comenzó a no tratarla tan bien, e incluso se puso celosa de la relación que tenía con su padrastro. «Yo era la única que sabía leer en la casa, entonces me pedían que leyera las cartas o que les escribiera una, él después me invitaba al centro para mandarlas y me compraba una ropa bonita», expresó.
Y de pronto, llegó la violencia física. Su mamá partió pellizcándola, pero luego comenzó a pegarle con palos y patadas. «Yo soy chora de internado, entonces le hacía frente, le hacía ver que no tenía miedo, pero por dentro estaba llena de terror. Me dolían tanto las costillas, tenía los ojos morados, y escapé», recuerda Anita María.
Sobrevivir sola
Cuando escapó volvió al hogar de niñas, pero no la admitieron, porque ya tenía una familia. Ante esto, habló con una vecina que le consiguió trabajo como empleada doméstica, a sus apenas 17 años. «Yo quería ser actriz, hacer reír a la gente, ser famosa, tener plata y lujos. Era como la niña de Annie, que canta tomorrow, tomorrow, estaba esperando ese momento, ese mañana», expresó. Y Zapallito tuvo que trabajar en varias casas antes de cumplir su sueño.
Llegó a Santiago trabajando como empleada doméstica y en una salida llegó a Plaza de Armas y conoció a un grupo de bailarines. «Eran plenos años 90 y en Santiago ver a una mujer grandota, exuberante y sexona era una cosa muy rara», recuerda.
Sus primeros amigos fueron de ahí. Se juntaban los findes, llevaban radios a pilas y hacían shows en la calle.
La ex chica techno recuerda que esos tiempos fueron ‘más locos’. Aunque aseguró que no consumió droga dura y solo alcohol, no andaba en buenos pasos. Ahí confesó a POUSTA que una noche fue a una discoteca donde bailó con un hombre, y al otro día despierta desnuda en un motel, sin idea de lo que pasó. «Hoy puedo decir que fue una violación», confesó y agregó: “Sí, no fue mi culpa, no fue porque yo estaba borracha o porque fuera sexy. No».
«Las niñas tienen que entender que nunca es su culpa. Yo decía tal vez si no hubiera tomado, no me habría pasado, pero no poh, ningún culiao tiene el derecho de tocarme. Hasta hoy me culpé. Se acabó», expresó Zapallito.
Cuatro meses después, se hizo un test de embarazo y salió positivo. Cuando le contó a su patrona de ese tiempo le dijo: «‘Pucha, Anita. No te voy a poder tener acá´, y me quedé en la calle».
Terminó en un hogar de madres solteras, en Estación Central. Ahí quiso abortar, pero luego decidió dar la guagua en adopción, para que tuviera mejores oportunidades. Pero cuando nació Francisca, no pudo hacerlo.
«Me la pasaron, yo no la quería ver, pero era perfecta, era un angelito», expresó Zapallito. Cuando volvió a trabajar de asesora del hogar puertas adentro, la niña comenzó a ser una molestia para sus jefas cuando empezó a caminar. La tuvo que mandar al sur a la casa de un pariente, mientras ella trabajaba. «Yo trabajaba de lunes a domingo, todo un mes, para poder juntar días libres y visitarla. Tomaba un bus un jueves y volvía el lunes en la madrugada», recuerda.
Cuando Anita tenía 22 años, conoció a una pareja y se fueron a vivir juntos. Ahí ella volvió por Francisca y se embarazó de su segundo hijo.
Zapallito se aventura en la TV
En su casa en Maipú, Anita recuerda haber visto un anuncio de que estaban buscando a una chica techno para Extra Jóvenes. Llegó a CHV para el casting y recuerda que era una cola gigante, donde casi todas eran chicas más jóvenes que ella y más flacas, pero ella no se dejó intimidar.
Las hicieron entrar por grupos para bailar frente a las cámaras y Zapallito aprovechó su oportunidad. «Me empecé a abrir paso entre todas las yeguas regias, me puse al medio, levanté una pierna, me abrí de patas y me quedé», contó.
En esa época pesaba 130 kilos y estaba embarazada. «Yo saqué del clóset a los cuerpos gordos que Chile no quería mirar. Les mostré que podíamos ser felices, sensuales y sin rollos», expresó.
En el espacio se votaba telefónicamente por cada participante y Ana María siempre quedaba, Pero nadie del público sabía que estaba embarazada. Estuvo siete meses en el estudio, moviéndose hasta que ganó su primer millón y se convirtió en la chica techno. Algo histórico porque era una mujer gorda triunfando en la TV, algo no visto.
«Amplié la casa, hice un dormitorio, un baño con jacuzzi, le puse pastito al jardín y quería hacer hasta una piscina chica», recuerda.
Tras el nacimiento de su hijo, la volvieron a llamar de la TV, para hacer una parodia a la Porotito Verde (María José Campos), una chica Morandé, y ahí nació su apodo de «Zapallito Italiano». «Leo Caprile me puso ese apodo, yo lo encontré tierno», expresó, aceptando estar en el programa País V, donde cada semana ganaba 500 mil pesos.
El espacio duró un mes, pero luego en varios espacios la llamaban para ser parte de sketch cómicos. «Yo era la gorda simpática, sólo habíamos tres en la tele: la Vivi Kreutzberger, la Paty Maldonado y yo», contó.
«Yo me prestaba para el show y qué tanto», agregó.
La primera vez que se sintió insegura por su físico fue cuando en el programa CQC la trataron de ‘ballena que baila’. «Me puse a llorar, lloré mucho. Mostraban un video mío y otro de la Porotito, pero de mí se reían. Ella era la sirenita y yo la ballena decían», contó.
Ahí recuerda que Paty Maldonado la aconsejó. «‘No mi niña, que hablen bien o mal de ti, pero que hables estos hueones. Pásatelos por la raja. Usted es una niña linda'», le dijo y de ahí trató de hacer oídos sordos a los comentarios gordofóbicos.
«Se me acercaban niñas gordas, muchas personas del mundo gay, para decirme ´gracias por ser como eres, porque yo te vi a ti y me atreví´, y era maravilloso sentir que Chile estaba cambiando», expresó. Sin embargo, de a poco comenzó a desaparecer de la TV.
Los problemas nuevamente llegaron
En 2005 ella se separó de su pareja y sin trabajo, buscó volver a la TV, en el reality La Granja VIP. Pero a dos semanas de entrar, uno de los productores le contó que su exmarido estaba hablando de ella en programas de farándula. Ahí la acusaba de abandonar a sus hijos, de que era lesbiana, narcotraficante y prostituta.
«Si me hubiera dedicado a la prostitución tendría la tremenda casa, una empresa o por último me habría operado las tetas y las piernas», expresó.
Según Anita María, Canal 13 la sacó de programa, al poner una competencia física difícil, para que quedara eliminada. «Se supone que la gente me sacó del programa, perdí por votaciones del público, pero yo sé que a mí me querían», aseguró.
Luego, estuvo en «Vértigo», donde ganó un auto que más tarde vendió. Igualmente, decidió ir a un show de farándula, donde le pagaron casi dos millones de pesos por contar su verdad, de que su expareja la iba a agredir y ella se defendió. Lamentablemente, los hijos se los quedó él. «Yo no tenía nada a ojos del mundo, más allá de las ganas de estar con ellos», expresó. Por eso Zapallito decidió arrendar una casa en El Bosque por un año, la que amobló y sus ahorros se fueron. Volvió a ser asesora del hogar.
Y confesó que no estar en la TV la puso triste. «Yo quería seguir creciendo en esto. Lo pasé pésimo porque de haber tenido tanta fama, una carrera, quedé con nada. Yo quería pulirme, ser un rostro conocido, haber conducido un programa», reveló.
Su legado a la aceptación del cuerpo
Zapallito siente que marcó un precedente al ser una gorda en TV, pero falta mucho más. «Yo tuve que bajar de peso por problemas de salud asociados a la obesidad, pero no estaba ni ahí. De hecho, cuando bajé de peso, es cuando me quedé sin pega. Mi trabajo era ser gorda. Yo le mostré al país que los cuerpos gordos podíamos ser sensuales. Que podíamos ser felices. Les mostré con alegría a los cuerpos que nadie quería mirar. Y a pesar de todo, todavía no vemos a una gorda conduciendo su propio programa», contó.
El pasado 2017, Ana María fue diagnosticada con cáncer cervical uterino, algo que no compartió con nadie y soportó el tratamiento junto a su actual pareja. Actualmente esta sana.
«Se me cayó la vida. Uno ama su cuerpo cuando ama su salud. Ahí el cómo se ve el cuerpo pasa a segundo plano. Quiero llegar a la vejez con buena salud, no con un cuerpo perfecto sin estrías o alitas de murciélago. Los kilos van y vienen. ¿Para qué vas a hacer una dieta que te puede matar?», contó.
Igualmente ella se siente feliz de que ahora hay otros canales donde se ven cuerpos reales. «Las gordas nunca vamos a pertenecer a la televisión, pero lo que ellos no veían venir es que ahora hay otros canales: Instagram, YouTube, todas las redes sociales. Y ahí estamos. Ahí hay gente real», concluyó.