No hay duda de que todos estamos de acuerdo en que el amor de una madre a su hijo es único, y aunque nuestros hijos crezcan nunca dejan de ser nuestros hijos.
Es por eso que nos ha emocionado tanto la historia de Ada Keating, una mujer de 98 años, que había vivido toda su vida con su hijo, hasta que él enfermó y tuvo que ser trasladado a sus 80 años a un asilo para que lo cuidaran.
Ella estuvo un par de semanas sola en su casa, pero como lo extrañaba demasiado decidió ir a internarse en el mismo asilo para estar con él. «No importa la edad, nunca dejas de ser madre», señaló Ada.
En el asilo están sorprendidos con cómo se llevan los dos. “Es muy conmovedor ver la estrecha relación que tiene Tom y Ada, y estamos muy contentos de haber podido satisfacer sus necesidades”, dice Philip Daniels, uno de los cuidadores de la residencia.