Tal vez sea una realidad que pocas veces nos demos cuenta, pero sentirse poco calificado para un empleo, creer que los esfuerzos que se realizan no son suficientes para cumplir con los objetivos de la empresa o experimentar culpa y considerarse un fraude es lo que se llama síndrome del impostor.
Síndrome que, según investigadores de la Universidad de Salzburgo de Austria, es mucho más común de lo que se imaginaba. Una conclusión que se logró tras encuestar en forma anónima a 238 profesionales con formación universitaria, donde identificaron que el 70% se consideró a sí mismo como un fraude en algún momento de su carrera.
El estudio, que fue publicado en la revista «Frontiers in Psychology», buscaba evaluar los efectos contraproducentes que puede tener una autoexigencia excesiva en el ámbito laboral, y los resultados demostraron que la dificultad por reconocer logros personales es un mal muy extendido que daña duramente la autoestima del trabajador.
Los investigadores que aquellos que obtuvieron las más altas calificaciones en sus años universitarios eran los más propensos a desarrollar el síndrome del impostor.
Sin embargo, hay un punto positivo en la exigencia de este grupo. «Intentan dar lo mejor de sí para intentar evitar que descubran que son un fraude», explicó la doctora Mirjam Neureiter, líder de la investigación.