Todas y todos pasamos alguna vez por el Puente Peatonal Racamalac, más conocido como «puente de los enamorados», viendo los cientos de candados colgados en sus barandas que atraviesan el río Mapocho.
Algo similar a lo que pasaba en el Puente de las Artes de París, Francia, donde miles de turistas sellaban su amor colocando un candado en la reja de la estructura.
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Esta tradición comenzó con el libro «Tengo ganas de ti», del escritor italiano Federico Moccia. Ahí, una pareja se declara un amor incondicional cerrando para que no vuelva a ser abierto un candado sobre el puente Milvio, en Roma, explica El País.
La idea está relacionada a que un candado es casi irrompible, por lo que también lo será el vínculo entre la pareja. Además, luego de tirar las llaves a los ríos que pasan bajo los puentes, el candado permanecerá por siempre cerrado y la pareja seguirá junta por siempre.
Sin embargo, esta práctica tiene un serio riesgo vinculado al peso vertical que provoca la gran cantidad de candados instalados en los puentes.
«Si llenas de candados una barandilla estás añadiendo mucha carga vertical en los bordes del tablero. Además, estás convirtiendo una celosía que el viento puede atravesar en un parapeto ciego, es decir, en un muro donde el viento va a chocar y provocar esfuerzos horizontales», explica la arquitecta María Arce a la revista «GQ».
«Las propias barandillas no están diseñadas en absoluto para recibir candados, esta sería la explicación más simple, en la que no entra en consideración el resto del puente», agrega.
Por esta razón, en mayo pasado se comenzó a gestar, en el mencionado puente de la capital francesa, la iniciativa de subastar los candados instalados y donar el dinero a organizaciones que van en apoyo a los refugiados.