Un 15 de noviembre de 1945, Gabriela Mistral recibió el premio Nobel de Literatura, lo que la convirtió en la primera latinoamericana en obtener dicho galardón.
A su vez, en 1951 recibió el Premio Nacional de Literatura. Aunque todos la conocemos por su seudónimo artístico, su nombre real es Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga.
Hoy recordamos a la poetisa, pedagoga y diplomática chilena con sus mejores poemas.
DAME LA MANO
Dame la mano y danzaremos; / dame la mano y me amarás. / Como una sola flor seremos, / como una flor, y nada más…
El mismo verso cantaremos, / al mismo paso bailarás. / Como una espiga ondularemos, / como una espiga, y nada más.
Te llamas Rosa y yo Esperanza; / pero tu nombre olvidarás, / porque seremos una danza / en la colina y nada más…
PIECECITOS
Piececitos de niño, / azulosos de frío, / ¡cómo os ven y no os cubren, / Dios mío!
¡Piececitos heridos / por los guijarros todos, / ultrajados de nieves / y lodos!
El hombre ciego ignora / que por donde pasáis, / una flor de luz viva / dejáis;
que allí donde ponéis / la plantita sangrante, / el nardo nace más / fragante.
Sed, puesto que marcháis / por los caminos rectos, / heroicos como sois / perfectos.
Piececitos de niño, / dos joyitas sufrientes, / ¡cómo pasan sin veros / las gentes!
BESOS
Hay besos que pronuncian por sí solos / la sentencia de amor condenatoria, / hay besos que se dan con la mirada / hay besos que se dan con la memoria.
Hay besos silenciosos, besos nobles / hay besos enigmáticos, sinceros / hay besos que se dan sólo las almas / hay besos por prohibidos, verdaderos.
Hay besos que calcinan y que hieren, / hay besos que arrebatan los sentidos, / hay besos misteriosos que han dejado / mil sueños errantes y perdidos.
Hay besos problemáticos que encierran / una clave que nadie ha descifrado, / hay besos que engendran la tragedia / cuantas rosas en broche han deshojado.
Hay besos perfumados, besos tibios / que palpitan en íntimos anhelos, / hay besos que en los labios dejan huellas / como un campo de sol entre dos hielos.
Hay besos que parecen azucenas / por sublimes, ingenuos y por puros, / hay besos traicioneros y cobardes, / hay besos maldecidos y perjuros.
Judas besa a Jesús y deja impresa / en su rostro de Dios, la felonía, / mientras la Magdalena con sus besos / fortifica piadosa su agonía.
Desde entonces en los besos palpita / el amor, la traición y los dolores, / en las bodas humanas se parecen / a la brisa que juega con las flores.
Hay besos que producen desvaríos / de amorosa pasión ardiente y loca, / tú los conoces bien son besos míos / inventados por mí, para tu boca.
Besos de llama que en rastro impreso / llevan los surcos de un amor vedado, / besos de tempestad, salvajes besos / que solo nuestros labios han probado.
¿Te acuerdas del primero…? Indefinible; / cubrió tu faz de cárdenos sonrojos / y en los espasmos de emoción terrible, / llenáronse de lágrimas tus ojos.
¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso / te vi celoso imaginando agravios, / te suspendí en mis brazos… vibró un beso, / y qué viste después…? Sangre en mis labios.
Yo te enseñé a besar: los besos fríos / son de impasible corazón de roca, / yo te enseñé a besar con besos míos / inventados por mí, para tu boca.
EL AMOR QUE CALLA
Si yo te odiara, mi odio te daría / en las palabras, rotundo y seguro; / pero te amo y mi amor no se confía / a este hablar de los hombres, tan oscuro.
Tú lo quisieras vuelto en alarido, / y viene de tan hondo que ha deshecho / su quemante raudal, desfallecido, / antes de la garganta, antes del pecho.
Estoy lo mismo que estanque colmado / y te parezco un surtidor inerte. / ¡Todo por mi callar atribulado / que es más atroz que el entrar en la muerte!
CARICIA
Madre, madre, tú me besas, / pero yo te beso más, / y el enjambre de mis besos / no te deja ni mirar…
Si la abeja se entra al lirio, / no se siente su aletear. / Cuando escondes a tu hijito / ni se le oye respirar…
Yo te miro, yo te miro / sin cansarme de mirar, / y qué lindo niño veo / a tus ojos asomar…
El estanque copia todo / lo que tú mirando estás; / pero tú en las niñas tienes / a tu hijo y nada más.
Los ojitos que me diste / me los tengo de gastar / en seguirte por los valles, / por el cielo y por el mar…
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