Estás en un bar, en el metro o vas por la calle y de pronto te cruzas a alguien y piensas: «me acabo de enamorar».
Si eres hombre posiblemente tengas razón, pero si eres mujer las cosas cambian.
La antropóloga Helen Fisher ha comprobado que las mujeres cuando se enamoran empiezan a segregar dopamina y activan partes del cerebro encargadas de la memoria.
Por eso, ellas tardan más en enamorarse, porque necesitan más interacción con la otra persona.
Mientras, los hombres activan las zonas del cerebro que responden a los estímulos visuales. Para ellos el aspecto físico desencadena la liberación de esa sustancia y por eso suelen enamorarse más rápidamente que las mujeres.