Sinónimo de frescura y alivio de calor. El helado siempre ha sido un buen amigo para capear las calurosas tardes de verano.
Pero no por eso, te vas a aguantar hasta esa estación para deleitar una rica dulce porción de helado, pues disfrutarlo en invierno tiene sus beneficios:
Es perfecto para deportistas: Luego de una sesión de deporte, el helado es una opción para volver a recuperar el glucógeno perdido. Sus proteínas repondrán a los músculos los hidratos de carbono y la glucosa que has perdido.
Tienen calcio: Los helados que tienen su base de leche o yogurt, cubren hasta un 15 por ciento de los requerimientos diarios de calcio. Esto se traduce en que fortalecen tus huesos y regulan la presión arterial.
Componente nutritivo: Contienen fibra, lípidos, proteína, minerales y aminoácidos. También son una fuente importante de vitamina B. Debes evitar, eso sí, los que contienen altas dosis de azúcares y controlar el nivel (y el tipo) de grasa.
Alivio para la garganta: Los médicos lo recomiendan tras las intervenciones de anginas. Además, no favorecen los resfriados, al contrario, si acostumbras a tu cuerpo al frío luego el efecto choque es menor y tienes menos probabilidades de resfriarte.
Reduce el riesgo de infertilidad femenina: Según unos investigadores de la universidad de Harvard aseguran que el helado reduce el riesgo de infertilidad femenina ya que el consumo de lácteos enteros beneficia la ovulación.
Reducen el estrés y disparan tu felicidad: Es automático, en cuanto le das el primer bocado, se disparan tus hormonas de la felicidad. Comer helado está asociado a un momento de placer, irrepetible y único, fuera preocupaciones y estrés.