¿Alguna vez has querido decirle a alguien «ojalá nunca te toque estar en mi lugar»?
Terminar una relación no es fácil y siempre uno de los dos termina más herido que el otro. Hace varios días está circulando una carta a través de redes sociales, donde se habla sobre las relaciones de pareja y las mentiras que hacen daño a quienes te rodeas. ¿Has pasado por algo similar?
Revisa la carta viral, publicada en Ser mejor persona. ¿Qué opinas?
«Ya que hablar contigo es inútil, he optado por escribirte, posiblemente nunca leas estas palabras que salen desde lo más profundo de mis sentimientos, sí, ese pequeño baúl en el fondo de nuestro corazón que todos escondemos por miedo a que, si permitimos que otro ser llegue y tome la llave, ya nunca más podamos cerrarlo… y no poder ser dueños de la llave de nuestros sentimientos duele, duele mucho. Te escribo porque a veces las palabras se malentienden, no expresan con claridad su significado al salir como cohete de nuestros labios, además ¿Hay algo más lindo que leer palabras de amor? Yo necesito que por primera y última vez que me leas, no me escuches.
No te culpo por no poder amarme, nadie más que yo sé que los sentimientos muchas veces (casi todas las veces) no los podemos controlar, nacen de nuestro corazón y se esparcen por cada centímetro de nuestro ser, así como una enredadera. Lo cubre todo, lo tapa todo. Tampoco te culpo por no poder ser feliz conmigo, sé que mi amor no es perfecto (pero es sincero), menos te culpo por no saber lo que es amor. Nadie nace sabiendo.
Pero sí te culpo por hacerme creer que me querías, usando palabras bonitas, miradas filosas, sonrisas que enamoran… amo tu sonrisa. También te culpo por reiterarme una y otra vez «me haces feliz», ¿tenías las necesidades de engañarme así?, ¡y sobre todo te culpo por hacerme creer que sabías amar, que conocías el amor… y no! Tu manera de amar se parece más a un libro de Sherlock Holmes; con misterios, engaños, falsas pistas, cómplices, y un asesino.
Tal vez si un día te sientas en mi lugar dos minutos, podrás entender lo que duele, duele mucho abrir los ojos y darte cuenta que todo lo que viviste, todo lo que te hicieron creer, eran mentiras y más mentiras, lo único que real que saco de todo esto fue el cariño que te tuve… que te tengo. No me gusta hablar en presente, pero aún te quiero. Ponte dos minutos en mis zapatos, no creo que te guste, no creo que lo aguantes, porque yo soy fuerte, tú eres solo un niño chiquito y asustado que se esconde debajo de su caparazón de cangrejo. ¡Quiero ver si lo hubieses soportado! ¿No te acuerdas? Ibas y venías a tu mismísimo antojo, me decías que me querías, que era la mezcla perfecta de todo lo que te gusta, tus famosos «me haces feliz», y todas tus mentiras que no es necesario recordarlas, no quiero que mis palabras se conviertan en una carta de acusación. Pero necesito que entiendas que me lastimaste, a mi… que te quería tal y como eras, con tus hermosas imperfecciones… te quería tanto, te quiero tanto que no me importó romperme en pedazos, y me abrí para darte ese espacio que tanto ansía tu mente, este es el momento en que los violines suenan.
Nunca fuiste bueno tomando decisiones y ese fue el mayor problema de nuestra historia, pero hoy te ayudo y elijo por ti, y por mí. Adiós».
¿Qué opinas de sus palabras?