Si eres de las personas que vive preocupada por tu peso o por la forma en la que percibes tu cuerpo cuando te miras al espejo, pon mucha atención a esto.
Porque un estudio publicado en la revista Journal of Experimental Social Psuchology, realizado por investigadores de los Países Bajos, sugirió en 2015 que a aquellas personas que viven centradas en la apariencia son las que menos escuchan las señales de saciedad que les envía su cuerpo.
Según afirmó Evelien Van de Veer, uno de los autores del artículo, «descubrimos que centrarte en cómo te ves, puede obstaculizar la forma en que escuchas las señales de hambre de tu cuerpo y cómo ajustas la ingesta de alimentos en función de ello».
Los investigadores llegaron a esas conclusiones, luego de que un estudio en el que participaron 113 personas para dos experimentos. En el primero, los investigadores les dijeron que iban a participar en un grupo de testeo de batidos. Los dividieron en dos grupos. A ambos grupos se les dieron batidos pero sólo uno de ellos tenía un espejo en sus mesas. Dentro de cada uno de los grupos, la mitad bebieron batidos de alto contenido calórico y la otra mitad bajo en calorías, pero no les dijeron cuál bebían.
Quince minutos después, se les pidió que entraran a otra habitación para ver una película en la que había cuencos con M&M’s.
Los investigadores vieron que aquellos que habían bebido los batidos de alto contenido calórico y se habían estado mirando al espejo mientras lo hacían, eran los que más M&M comían en el visionado de la película, respecto a los que no se habían mirado en el espejo.
En un segundo experimento se reclutó dos grupos de participantes femeninas. Se las citó de dos formas distintas para configurar dos grupos distintos. Un grupo llegó antes de comer (formando la variable «hambrienta») y otro grupo después de comer (conformando la variable «saciada»).
A la mitad de las participantes de cada grupo se les pidió que visionaran anuncios en los que se mostraba modelos delgadas. Después, participaron en una prueba de testeo de sabor de galletas. A continuación realizaron durante 15 minutos una tarea de relleno y el investigador les dijo que dejaría las galletas encima de la mesa por si querían tomar más mientras tanto.
Descubrieron que las mujeres que formaban la variable «hambrienta» comían casi la misma cantidad, vieran modelos delgadas o no. Sin embargo, aquellas que habían venido después de comer y conformaban el grupo de las participantes saciadas previamente, tendían a comer más galletas cuando veían los anuncios de modelos delgadas.
Los investigadores han afirmado que distraernos mientras comemos no ayuda a que ajustemos la ingesta de alimentos acorde a lo que necesitamos. Centrados en la apariencia, lo único que hacemos es dirigir nuestra atención a otra parte en vez de escuchar las señales que nuestro cuerpo nos manda cuando nos dice que ya no hace falta más.
Si al comer tan sólo estamos pensando en lo mucho que engordaremos comiendo esas papás fritas, no prestaremos atención al momento en el que nuestro cuerpo diga: «hasta aquí» y es probable que sigamos ingiriendo papás, centrados en el sentimiento de culpabilidad que nos tiene absorbidos y recordando cuántas veces resoplamos esa mañana frente al espejo al vestirnos… mientras las patatas van pasando.