Un reciente estudio realizado por la Universidad de Waterloo, Canadá y publicado por la American society for microbiology, reveló que solo basándose en los microbios de la piel, fue posible determinar quiénes mantenían una relación amorosa con un 86% de exactitud.
Ello, pues se encontró que las parejas mostraban similitudes en el microbioma cutáneo, el que se refiere a los billones de bacterias y otros microbios que habitan el cuerpo humano, tanto interior como exteriormente.
El análisis incluyó a ambos integrantes de diez parejas heterosexuales con vida sexual activa y en convivencia, de los cuales se obtuvieron 330 muestras de piel recogidas de 17 partes del cuerpo de cada participante.
Y como conclusión, los investigadores determinaron que cada persona tiene una influencia significativa en el microbioma del otro, siendo los pies la parte del cuerpo con mayor probabilidad de alojar a una comunidad microbiana compartida.
Eso sí, las parejas sexuales también comparten bacterias similares en el torso, el ombligo y los párpados, según mostró la investigación. Una parte de ese intercambio puede ser el resultado de dormir bajo las mismas sábanas.
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“El aspecto más sorprendente del estudio es que pudimos identificar un esquema microbiano común en las parejas que viven juntas”, explicó Josh Neufeld, coautor del estudio y biólogo de la Universidad de Waterloo.
Sin embargo, la mayoría de las bacterias que se encuentran en la piel son inocuas o benéficas, pues previenen que microbios patógenos se alojen en el área.
“Las bacterias buenas les ponen cierto límite a las malas”, detalló Neufeld. Y tal es así, que la falta de diversidad en la comunidad microbiana del intestino se ha asociado con un aumento del riesgo de ciertas afecciones relacionadas con el metabolismo y la función inmunológica, incluyendo la obesidad, la diabetes tipo 1 y el asma.
«Normalmente hablamos de las bacterias como si fueran malas. Pero cuando todo está en armonía, no hay ni bueno ni malo. En cambio, cuando hay falta de diversidad y esa armonía se resiente, entonces ahí sí tenemos un problema», afirmó el científico canadiense.