El lifting líquido elimina los primeros signos del envejecimiento, por lo que está ideado para mujeres a partir de los 40 años.
Se trata de un cóctel de botox, ácido hialurónico, hidroxiapatita cálcica y la aplicación de mesoterapia, que hidrata, recupera el volumen perdido y devuelve la luminosidad a la piel.
Este tratamiento de belleza líquida, personalizado tras el diagnóstico del profesional médico estético, comienza con un peeling químico, suave, sencillo y poco agresivo, que dejará la piel tersa y uniforme para las aplicaciones posteriores.
Tras este paso previo, comienzan las infiltraciones de diferentes productos para cubrir las áreas específicas de rejuvenecimiento facial.
El bótox se emplea para eliminar temporalmente las arrugas de expresión. El procedimiento consiste en la infiltración de toxina botulínica en el músculo de la zona a tratar, por ejemplo, el entrecejo, la frente o las arrugas peribucales, conocidas como patas de gallo.
La hidroxiapatita cálcica es un relleno dérmico que complementa al bótox, puesto que también trata las arrugas y los pliegues de la piel. Estimula la producción de colágeno, por lo que garantiza resultados a largo plazo. Su efecto es duradero.
El ácido hialurónico, en tanto, tiene el cometido de rellenar pliegues y recuperar los volúmenes que el rostro pierde con el paso del tiempo. Su eficacia se basa en su gran capacidad para atraer y retener agua, lo que permite rehidratar la piel y hacer que luzca más tersa, aumentando su grosor y eliminando los surcos.
Por último, la mesoterapia con ácido hialurónico reticulado aborda las estructuras profundas de la piel, consiguiendo hidratar y ofrecer unos resultados de luminosidad muy juvenil.
El lifting líquido se puede combinar, según otras necesidades y a edades más avanzadas, con tratamientos que se ocupan de la pérdida del óvalo facial, como los hilos tensores.