Mila Kunis ha trabajado en más de 30 películas a lo largo de su carrera y también en la reconocida serie «That ’70s show», donde conoció a su actual pareja, el también actor Ashton Kutcher.
Sin embargo, se aburrió de los comentarios machistas. En una ocasión se negó a posar semidesnuda para la portada de una revista para hombres, que sería para promocionar una película. Incluso afirmó que recibió amenazas de un productor diciendo que jamás volvería a conseguir trabajo.
Por lo mismo, la semana pasada publicó una carta abierta en A Plus criticando las actitudes sexistas del mundo de Hollywood. Este texto salió en el sitio web fundado por Kutcher. La actriz detalló que las mujeres «estamos condicionadas a creer que si hablamos, nuestro sustento estará amenazado; que si reclamamos vamos a desaparecer. No queremos que nos pateen fuera del arenero por ser una ‘perra’. Entonces, comprometemos nuestra integridad para mantener el status quo y esperar que venga el cambio».
«‘No volverás a trabajar en esta ciudad’.
La frase es un cliché, pero también lo que me dijo un productor para amenazarme cuando me negué a posar semidesnuda en la portada de una revista masculina para promocionar una película. Ya no estaba dispuesta a someterme a un compromiso ingenuo que antes seguramente hubiera aceptado. ‘¿No volveré a trabajar en esta ciudad otra vez?’ Estaba pálida, me sentí como un objeto y por primera vez en mi carrera dije no. ¿Pero adivinen qué? El mundo no se terminó, la película hizo mucho dinero y seguí trabajando en esta ciudad una y otra y otra vez. Lo que este productor no notó es que lo que dijo era exactamente lo que muchas mujeres temen cuando deciden enfrentarse a prejuicios de género en sus centros de trabajo.
Nos condicionan a creer que, si hablamos, nuestros medios de subsistencia se verán amenazados, que mantenernos firmes nos llevará a la muerte. No queremos que nos den una patada por ser unas ‘perras’. Entonces, comprometemos nuestra dignidad por mantener el statu quo y nos sentamos a esperar que un cambio llegue pronto.
Pero el cambio no viene lo suficientemente rápido como para ayudar a mis amigas, mis compañeras o incluso a nuestras hijas. De hecho, un estudio reciente de la Asociación Americana de Mujeres Universitarias muestra que la brecha salarial se está cerrando a un ritmo tan lento que recién en 136 años las mujeres serán pagadas igual que los hombres. ¡136 años! Y la brecha salarial no es más que una cuantificación clara de la subvaloración aguda de las contribuciones de las mujeres en el lugar de trabajo.
A lo largo de mi carrera, ha habido momentos en los que me han insultado, marginado, pagado menos, ignorado en el plano creativo y disminuido de una u otra manera solo basándose en mi género. Yo siempre traté de darle a la gente el beneficio de la duda. Me decía: tal vez saben más, tal vez tienen más experiencia, tal vez me falta algo. Me enseñé que para tener éxito como mujer en esta industria tenía que jugar con las reglas del club de los chicos, pero cuanto más vieja me hacía y más tiempo tenía trabajando en esta industria me daba cuenta de que todo eso era mierda. Y, peor aún, que yo era cómplice porque permitía que sucediera.
Así que formé mi propio club. Creé una productora en sociedad con tres mujeres asombrosas con las que hemos venido apostado por desarrollar programas de TV de calidad, con voces y perspectivas únicos. Desde nuestra creación, hemos tenido la suerte de asociarnos con increíbles productores (hombres y mujeres), que nos han tratado como verdaderos iguales y socios. Recientemente, nos aliamos a un influyente productor (hombre) en un proyecto que tocará una importante cuestión social: irónicamente, la inclusividad, y nuestra experiencia humana compartida.
Sin embargo, en el proceso de lanzar este programa, se enviaron correos electrónicos de seguimiento típicos a los ejecutivos de una empresa. En estos mails, el productor optó por enviar este mensaje:
‘Y Mila es una súper estrella, una de las más grandes actrices de Hollywood y muy pronto será esposa de Ashton Kutcher y la madre de un bebé’.
Ese era el contenido completo del correo electrónico. Dejando a un lado las inexactitudes fácticas del mail, lo que hizo este productor fue reducir mi valor a nada más que mi relación con un hombre exitoso y mi capacidad para tener hijos. Ignoró mis contribuciones creativas y logísticas y las de mi equipo.
Optamos por retirarnos del proyecto.
Sí, era sólo un pequeño comentario. Pero son estos mismos pequeños comentarios con los que las mujeres lidian día tras día en las oficinas, en las llamadas telefónicas y en los mensajes de correo electrónico; microagresiones que le quitan importancia a sus contribuciones y a su valor como mujeres trabajadoras.
El sesgo por género es a menudo sutil, casi imperceptible e incluso totalmente indetectable para aquellos que lo comparten. Resultó evidente en los correos siguientes de este productor que él era totalmente inconsciente de porqué sus palabras fueron tan espantosas. Lo que él caracterizó como un comentario ‘ligero’ fue en realidad profundamente despectivo con mis contribuciones y con mi capacidad para ser tomada en serio como socia creativa.
No tengo ningún interés en difamar a este hombre. Los sesgos de género ciegos están tan incrustados en cada faceta de nuestra vida diaria. Son reforzados por nuestras instituciones educativas: los hombres dominan las figuras que estudiamos en la historia, las luminarias de la matemática, la ciencia y la tecnología de las que aprendemos, los autores del discurso político que se nos enseña a reverenciar. Estamos inundados con historias de superioridad masculina que nos ciegan a la arquitectura de nuestras propias relaciones. La palabra ‘ciego’ lo dice todo. Nadie se enoja cuando un ciego se topa con una pared, pero la pared no deja de producir fuerza.
Me cansé de hacer concesiones y sobre todo me cansé de que me obliguen a hacer concesiones. Así pues, a partir de este punto, cuando me toque enfrentarme a este tipo de comentarios, sean sutiles o abiertos, los encararé, voy a poner un alto en el momento y hacer todo lo posible para educar. No puedo garantizar que mis objeciones sean tomadas en serio, pero al menos ahora soy parte de un ambiente donde se crean oportunidades de crecimiento. Y si mis comentarios caen en oídos sordos, elegiré alejarme.
Sé que si cosas como estas me pasan a mí, le pasan de manera aún más agresiva a mujeres en diferentes partes del mundo. Yo tengo la suerte de haber llegado a un lugar en el que puedo dejar de ceder y mantenerme firme sin sentir el temor de: ‘¿Y ahora cómo llevaré comida a mi casa?’. También tengo la suerte de tener la plataforma para hablar de esta experiencia con la esperanza de ser una voz más en el debate para que las mujeres trabajadoras se sientan un poco menos solas y más capaces de empujar por sí mismas.
Volveré a trabajar en esta ciudad, pero no trabajaré contigo».
¿Qué opinas de sus palabras? ¿Estás de acuerdo o no?