Es muy probable que recuerdes muchos momentos en los que tuviste vergüenza, deseaste con todas tus fuerzas cambiar a tus padres y lloraste de rabia … ¿verdad? Pero ¡vamos! Fue parte de ser niños
- Con padres muy estrictos no te quedaba otra que mentir… incluso por cosas sin mucha importancia. El miedo a la reacción de tus padres era suficiente para ocultar la verdad en más de una ocasión.
- Solo preguntar si unos compañeros podían ir a casa a estudiar despertaba las preguntas desconfiadas de tu madre: ¿Y quién es él? ¿Dónde vive? ¿Cuántos años tiene?
- Cuando tus padres te negaban ir a una fiesta de pijamas, ir a bailar, sentías un poquito de envidia por tus amigas a quienes sus padres les daban permiso para salir.
- Sabías que si tenías que estar en casa de tu amiga haciendo un trabajo, tus padres llamarían para comprobar que estabas e irían a recogerte 15 minutos antes de lo acordado.
- No es que les odiases de verdad, pero no podías entender por qué te lo hacía pasar tan mal, “por tu bien” ¡Ni siquiera te daban explicaciones!
- Cuando te empezaste a dar cuenta que no todos los padres eran iguales, y que existen otras formas de crianza, fue cuando empezaste a rebelarte y a inventarte cosas para pasar tiempo con tus amigos.
¿Te suena familiar todo esto? Tal vez ahora te cause gracia algunas cosas o no. Ten presente que tus padres probablemente se comportaban así pensando que era lo mejor para ti, aunque ahora seguramente saben que no lo era.