Un nuevo estudio, publicado en la revista Open Society, encontró un método para juzgar si lo que te están contando es mentira o verdad.
Tan solo observa su lenguaje corporal y, si repite sistemáticamente lo que tú estás haciendo, es muy probable que esa persona te esté mintiendo.
Según los investigadores, cuando una persona le miente a otra, tiende a imitar sus movimientos corporales, muchas veces de forma inconsciente y por un breve periodo de tiempo.
‘Los mentirosos a menudo suelen cambiar su comportamiento de forma deliberada para hacerte creer que dicen la verdad. Pero a veces, incluso al intentar imitar cierta actitud, no te van a poder mentir al no darse cuenta de que lo están haciendo’, comentó Sophie Van der Zee, autora principal del estudio.
La investigación
Para llegar a esta conclusión, se reunió a varios estudiantes universitarios y se les pidió que resolvieran un acertijo. Se les aseguró que era muy fácil y que debían hacerlo en cinco minutos.
Sin embargo, en realidad la prueba de agudeza mental era bastante difícil.
Mientras lo resolvían, los investigadores abandonaban la sala, simulando haber dejado por accidente las soluciones del rompecabezas a la vista de los entrevistados..
Los participantes, a los que se les colocó monitores de movimiento corporal sensibles, no sospecharon que lo que se esperaba de ellos no era que resolvieran el acertijo, sino analizar su capacidad e ingenio para mentir a los supervisores sobre cómo habían resuelto el rompecabezas. Ello, sin reconocer que habían usado las pistas ofrecidas.
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A la hora de la verdad, la máquina de monitoreo corporal reflejó que cuando mintieron al respecto de cómo habían resuelto el acertijo, la mayoría realizó los mismos movimientos que su interlocutor, el suprevisor.
En cambio, aquellos que fueron honestos, movieron el cuerpo de una manera totalmente diferente, sintiéndose libres de reconocer que habían hecho trampa.
Según la investigadora, esto sucede por una razón.
‘A la hora de mentir, ya sea descarada o no tan directamente, nuestros cerebros están tan ocupados en elaborar el engaño, que desatienden los movimientos corporales’, explicó.
De ahí que por regla general o natural tiendan a imitar la forma de moverse en el espacio que su interlocutor.