En el primero de los módulos se instruyó a los participantes en técnicas básicas de meditación, que exigen centrar la atención en la respiración, en las sensaciones en distintas partes o en señales visuales o acústicas.
En el tercer módulo los participantes ejercitaron habilidades socio-cognitivas para, con ejercicios específicos y también en pareja, como aprender a tomar perspectiva de aspectos de la propia personalidad a partir de experiencias recientes.
«Dependiendo de la técnica de entrenamiento mental que se practicara durante el trimestre, cambiaron de forma significativa en los participantes estructuras cerebrales específicas y los marcadores de comportamiento vinculados a ellas «, destacó Sofie Valk, autora principal del artículo.
Al concluir el primer módulo, por ejemplo, se detectaron cambios en áreas en la corteza cerebral vinculadas a la atención, mientras que al acabar los otros dos, centrados en las competencias socio-afectivas y socio-cognitivas, se vieron mejoras en aspectos como la compasión o la toma de perspectiva, con cambios en las regiones del cerebro donde se desarrollan esas capacidades.
Los resultados, explica Singer, muestran que adultos sanos pueden mejorar competencias sociales cruciales para el éxito de la interacción social y la cooperación, reduciendo el estrés, y que cada ejercicio mental tiene un efecto diferente en el cerebro, la salud y el comportamiento.