El estrés y la ansiedad tienen como resultado una ingesta rápida de alimentos, en grandes cantidades y a deshoras, lo que proporciona poco aporte de nutrientes y beneficia al sobrepeso.
Muy por el contrario de lo que significa comer despacio; una práctica 100 por ciento recomendada, pues favorece un mejor proceso de digestión, entre otros beneficios que encontrarás a continuación.
- Al comer lento podrás alcanzar la sensación de saciedad con menor cantidad de comida. Y es que al hacerlo de manera rápida no le darás tiempo al cerebro y seguirás comiendo pasado el punto en que ya te has saciado. Ojo que el cerebro tarda 20 minutos aproximadamente en recibir esa señal.
- Al comer de manera pausada, tendrás tiempo de reconocer que estás satisfecha y, por lo tanto, ingerirás la cantidad justa y necesaria de alimentos.
- Comer prestando atención a los alimentos y evitando estímulos externos, favorecerá un mejor proceso de la digestión.
- Cuanto más tiempo se mastica, se segrega más saliva, responsable de descomponer los hidratos de carbono. Su ausencia supone un gran esfuerzo para el cuerpo en la descomposición de los alimentos y la digestión es más lenta.
- Evitarás la acumulación de gases. Ello, pues al ingerir alimentos poco masticados, estos llegan el estómago y se quedan sin digerir cuando pasan al intestino. Allí comienza un proceso de inflamación, formación de gases y flatulencias, así como otros malestares digestivos.
- Favorecerás tu salud dental. El estar en contacto con la saliva y el alimento, ayuda al proceso de lubricación, lo que mejora también la digestión. Y es que las encías se ejercitan cuando se mastica, lo que contribuye a mantener la mandíbula activa y unos dientes fuertes.