Felipe Osiadacz y Fernando Candia nunca pensaron que en su paso por Malasia terminarían siendo acusados de homicidio culposo contra una mujer trans llamada Yusaini Bin Ishak.
Por este confuso incidente en el hotel Star Town, ambos estuvieron 15 meses y 11 días en prisión, ya que fueron condenados a dos años de cárcel por el delito de ‘homicidio culposo’.
Tras el regreso a Chile, Osiadacz concedió una entrevista a La Tercera, donde relató cómo fue todo este proceso.
El joven contó que sus primeros días en la comisaría los pasó junto a Candia, en una ropa naranja que tenía fecas y orina. Ambos tuvieron que dormir en el piso, sin almohada ni frazadas.
Recuerda que los mismos gendarmes le decían “crees que vienes acá a matar gente, bueno, vas a morir”. Al momento de enterarse de que iría a juicio por asesinato, Osiadacz asegura que no lo pudo creer.
“Cuando escuché “cárcel” se me vinieron a la cabeza violaciones, asesinatos, golpes, drogas, destrucción”, expresó.
“Cuando pasaron los meses siempre sentí culpa porque una persona terminó muerta; no fue un ojo morado, aquí una persona murió y eso no va a cambiar nunca”, dijo Osiadacz sobre su tiempo en prisión.
La experiencia en prisión
Dentro de sus días en prisión, el joven cuenta que tuvo algunos encontrones con otros reos, pero no protagonizó ninguna pelea o discusión.
Sobre la violencia de los gendarmes, Osiadacz recuerda que ellos eran tenían la autoridad de hacer lo que quisieran. Es más, contó que después de tres días en prisión una persona de Myanmar le robó unos fideos instantáneos que había comprado. Cuando supo el jefe de la pieza, fue hacia quien le robó y le pegó durante 40 minutos.
También recuerda que había droga en la cárcel, la que entraban pagándole a quienes hacían los rayos X al entrar y a los gendarmes para que abrieran las puertas.
Pero el momento más crítico, según Osiadacz, fue cuando estuvo encerrado por 6 meses, con 10 personas.
“¡La mitad de un año no pudimos salir de una celda de 14 metros cuadrados! No teníamos ni permiso para salir 15 minutos a caminar ahí mismo en el block. Seis meses, éramos diez personas y el único espacio que tenía era donde cabía mi cuerpo”, expresó.
El proceso judicial
Actualmente, tanto Osiadacz como Candia se encuentran en un largo proceso judicial que todavía sigue en curso. Eso sí, Osiadacz en la entrevista solo habló de su experiencia y no se refirió a su compatriota chileno.
Recordemos que Felipe se declaró culpable. Esto lo hizo porque según él, la justicia de Malasia no lo iba a dejar ir a pesar de negar el hecho.
“Jamás me hubiese declarado culpable porque yo y los abogados sabíamos que no había tenido la intención de hacerle daño a nadie y que las pruebas corroboraban lo que dije desde el primer momento”, aseguró Osiadacz.
Sobre las autoridades chilenas, el joven aseguró que todos hicieron lo posible para ayudarlos.
Cuando supo sobre la apelación a la sentencia del juez, Osiadacz quedó en shock y terminó enfermándose.
“Dejé de comer, empecé a defecar sangre, tenía espasmos en el estómago; ya estaba flaco de antes, pero en ese momento llegué a pesar 59 de kilos y mido 1,81. No tenía ánimo de nada, no quería vivir, le rogaba al universo que me llevara en el sueño», reveló.
Sobre su polémico regreso a Chile
Osiadacz no quiso referirse a cómo volvió al país, a pesar de tener el juicio pendiente.
Sobre su futuro, el joven espera hacer charlas motivacionales sobre afrontar la adversidad. «Siento que viví una experiencia que debiese ser transmitida, en el sentido de compartir la importancia de agradecer por lo que se tiene, de entender que la vida no es una competencia», contó.
También asegura estar muy agradecido por el apoyo que recibió de sus familiares, el abogado Jorge Boffil y también por personas que igual los apoyaban, mandándoles libros o dejándole recados con sus papás.
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Felipe también habló del libro que está escribiendo sobre esta traumática experiencia.
«El libro cuenta cómo logré salir adelante en un ambiente hostil, con una cultura y un idioma distintos, con la perspectiva de morir en la horca y alejado de todos mis seres queridos. El libro, a su vez, puede interpretarse como una denuncia a las condiciones de vida del sistema carcelario y judicial malasio; quiero que los lectores se den cuenta de cómo se atropellan los derechos humanos en esos lugares y no solo de mis vivencias particulares (…) Tengo un compromiso moral y social de ayudarlos», concluyó.