Una mujer de inciales J.L. publicó en su Facebook una carta luego de un episodio de acoso callejero que vivió en pleno Metro Tobalaba.
En el texto, relata cómo enfrentó un episodio en que primero un hombre le hizo comentarios de connotación sexual y, luego, otro sujeto se entrometió para encararle su exagerada reacción.
«Hace un par de días, salí de mi casa camino al Metro. Me dieron ganas de comprarme un helado de cono, cosa que hice al llegar a Tobalaba (sí, soy una mujer de gustos sencillos). Iba mega feliz con mi helado de vainilla (‘fomeque’, pero me gusta). Entonces, no sé de dónde, justo antes de meterme al Metro, se me pegó un hombre a susurrarme en el oído (sentí su respiración en la nuca, ese nivel de cerca) a decirme oiga, que le gusta chuparlo, mijita», relató.
«Yo, ilusa de mí, pensé que era alguien que me conocía y me hacía un comentario de pésimo gusto, porque no podía haber sido un we*** tan asqueroso por la calle. Y sí, los hay. Me doy vuelta y él me mira caga*** de la risa con su talla y con una cara de grotesca degeneración. Porque claro, cómo mier*** se me ocurre andar langüeteando un helado en la vía pública, una provocación espantosa, en qué estaba pensando», añadió.
Luego contó el momento en que le respondió, pero otro hombre se acercó para decirle que tenía una reacción exagerada. “Lo increpo y comienzo a gritarle a viva voz, que diga fuerte su gracia, impidiéndole que bajara al metro. En eso, un ejecutivo de 30 y algo, muy terneado, muy pinta ‘perrito-zorrón-papá’ me increpa diciéndome para qué tan histérica, que le das color. Si el loco, fuera rico o lo encontraras guapo estarías muerta de la risa«, detalló en la carta que se volvió viral al ser compartida más de 11 mil veces en la red social.
“Frente a mi estupefacción, el hombre que me acosó se escabulló por el Metro y el terneao de H&M’ (como bauticé al otro espécimen) seguía insistiendo en la desproporción de mi reacción y en la neurosis de mi género», explicó.
“Después de rebatirle brevemente, y comprobar que tenía un monito de lata que apretaba platillos sin cesar en su cerebro, le tiré (más por instinto que otra cosa) mi helado de cono. Y toda mi vainilla se chorreó por su pulcra chaqueta, su camisa, su corbata de marca, su pantalón y hasta uno de sus exclusivos zapatos. Evidentemente, el terneao comenzó a gritarme que si yo estaba enferma y era loca, y yo le respondí: pero, compadre, que le das color, si tú me encontraras guapa o rica, estarías cagado de la risa, ¿o no? ¿Para qué tan histérico?. Dicho esto, me di media vuelta y seguí mi camino al metro. Por lejos, el mejor helado que no he comido en mi vida», contó sobre el desenlace del incómodo momento.
«¿Para qué cuento esto? Porque, por desgracia, son muchos los hombres (y también muchas mujeres) los que creen que una le da color, que creen que cuando decimos que estamos cansadas que nos acosen, que nos violenten, que nos paguen menos, que nos maten, le estamos dando color. No le estoy dando ni un color, porque esos dos weo*** me hicieron sentir insegura y vulnerable, sólo porque se les dio la gana. Lograron modificar toda mi tarde, ya que quedé súper tiritona post-incidente y recién ahora me siento capaz de contarlo. Y si alguno/a de los que me lee ahora, sigue creyendo que le doy color… Nada po’, ojalá les caiga un helado volador en la cabeza. Ya, basta”, finalizó.
¿Has vivido una experiencia similar? ¿qué te parece la reacción de esta joven?