Las hormonas son químicos liberados por el organismo, que actúan como mensajeros para transportar señales de una célula a otra a través del flujo sanguíneo. En función del tipo de señal que las células reciben, las hormonas afectan al metabolismo y, según el aumento o la reducción del metabolismo celular, el cuerpo puede perder o ganar peso.
Los desequilibrios hormonales se producen durante todo el período de crecimiento físico y del desarrollo corporal por diversas causas; algunas fisiológicas y otras que tienen más que ver con el estilo de vida.
- El cortisol en el cerebro: La hormona cortisol es la responsable del estrés crónico y, por consiguiente, su tendencia es al aumento de peso. Ello, pues el cerebro envía cortisol al flujo sanguíneo, incrementando la frecuencia cardíaca y liberando energía desde tus depósitos de grasa y glucosa, lo cual está bien si realmente corres peligro. Pero si sólo estás estresada o has tenido un mal día y tu cortisol es alto, vas a quedar sin reservas de grasa y glucosa, lo que te provocará antojos de comer. Además, ya que el cuerpo se acostumbra a la intensidad del cortisol si estás estresada crónicamente, se almacenará más grasa corporal como combustible para la hormona. Por ello, para eliminar el estrés y reducir tus niveles de cortisol, se recomienda ejercitar a diario.
- La hormona del sueño: La melatonina es la hormona asociada con el sueño, producida en el cerebro, cuyos niveles inciden directamente en si podrás dormir mucho o poco. Cuando llega la noche, las glándulas pineales del cerebro segregan melatonina al flujo sanguíneo, por lo que sentimos sueño. Y mientras más oscuro sea el cuarto, la producción de melatonina será mayor. Por lo tanto, esta hormona bien puede ayudar o retrasar tu objetivo de perder peso, ya que contrarresta el estrés e, incluso, actúa como un antioxidante. Además, los bajos niveles de melatonina han sido ligados con la obesidad, la diabetes y el cáncer.
- La hormona del amor: La oxitocina es llamada la hormona del amor y puede influir en tu peso, pues detiene el apetito, impulsa el deseo sexual, aumenta tu confianza, y disminuye el estrés y la presión arterial. Para mejorar tus niveles de oxitocina, sin comer en exceso, simplemente incrementa las relaciones sociales y afectivas de tu vida. Ello, pues la oxitocina es liberada cada vez que abrazamos o tocamos a alguien, así como cuando nos reímos y nos conectamos con los demás. En palabras simples, mientras más feliz estés, más oxitocina vas a producir.
- Problemas de tiroides: La Tiroxina (T4) y Triyodotironina (T3) son las hormonas de la glándula tiroides. Ellas actúan como el termostato interno del cuerpo, lo cual bien puede incrementar o disminuir tu metabolismo, junto con tus niveles de energía. Desafortunadamente, factores como el estrés crónico, deficiencias nutricionales e inflamación pueden provocar que esas hormonas no funcionen bien, contribuyendo al aumento de peso si están con baja actividad, o a la disminución, si las hormonas tienen una alta actividad.
- Hormonas femeninas: El estrógeno y la progesterona son las dos hormonas producidas por los ovarios, ligadas también al peso, y por ello es que la menopausia y la pubertad son a menudo asociadas con los cambios en el cuerpo. A medida que los ovarios producen más de una de estas hormonas sexuales femeninas, ellas simultáneamente disminuyen la producción de la otra. Este proceso es en realidad una reacción crucial de sube y baja que mantiene al sistema reproductivo andando. Sin embargo, los niveles de estrógeno sin control pueden llevarte a la irritabilidad, migraña, depresión y distintos desordenes reproductivos. Y comer muy poco puede ser también una señal de pérdida de estrógeno en el cuerpo, resultando en una menopausia temprana.
- Hormonas del hambre: La leptina y la grelina son las hormonas que te dicen si estás hambriento o satisfecho. La grelina es producida en el estómago y en el páncreas, la cual alerta a tu cerebro cuando tu estómago está vacío, indicándote que necesitas comer. La leptina, la cual es segregada por las células de grasa, dispara las hormonas supresoras del apetito cuando ya has comido lo suficiente para que puedas parar. No obstante, esta armonía es fácilmente derribada por comer mucha azúcar, la cual impide la producción de la leptina, dejando que la grelina envíe señales injustificadas de hambre. Dormir poco también puede interferir en la producción de leptina, así que nunca te sentirás satisfecha, sin importar lo mucho que comas.