El cuerpo necesita mantener una temperatura interna de 37 grados para su correcto funcionamiento. Por lo tanto, cuando tomas una bebida muy fría, provocas una repentina baja de este nivel, obligando al organismo a trabajar más para recuperar su calor natural.
Pero ese no es el único impacto que provoca sobre el organismo. Descubre aquí otras razones por las que no deberías consumir bebidas frías de forma constante o en exceso.
- Fijan las grasas: Las bebidas frías causan que las grasas que se consumen en los alimentos se “solidifiquen” y asienten en las paredes del aparato digestivo.
- Producen dolor de cabeza: Cuando la bebida pasa por tu boca, enfría rápidamente al cerebro por el propio intercambio de calor que se produce. Y para contrarrestarlo, la arteria anterior cerebral se dilata para conseguir atraer más calor por la sangre, lo que cambia la presión y se genera el dolor.
- Afectan la digestión: Debido a que el organismo debe calentar las bebidas frías y los alimentos antes de que ocurra la digestión, ésta reduce su ritmo haciéndose sustancialmente más lenta.
- Causan náuseas: Generalmente los refrescos y otras bebidas carbonatadas pueden causar hinchazón en el estómago y gases. No obstante, cuando están muy frías también derivan en malestares estomacales e incluso náuseas cuando se consumen con el estómago vacío.
- Provocan bochornos: Aunque las consumas para calmar el calor, en realidad la sensación de frescor se desvanece rápido, debido a que entre más energía necesite gastar el organismo para regresar a su temperatura original, más calentamiento generará.
- Llevan a la sensibilidad dental: El consumo excesivo de bebidas frías contribuye al aumento y/o generación de la sensibilidad dental, trastorno que causa rechinamiento de los dientes y vibraciones sobre el hueso.
- Cierran la garganta: Aunque los dolores de garganta con inflamación pueden ser reducidos con el consumo de bebidas frías, éstas también llegan a provocar la pérdida de la voz temporal o afonía, debido a las reacciones adversas.