Saludables y apetecibles. Así deberían ser los platos de tu menú semanal y más aún si lo que quieres es adelgazar. Eso sí, el éxito de una comida no se debe solo a la calidad de sus ingredientes, sino también a la manera en que están cocinados y a su presentación.
Y en el caso de la comida saludable puntualmente, podemos marcar la diferencia con detalles y crear platos más apetitosos añadiéndole un toque gourmet. Incluso, sin pasar por el sartén, hay recetas que mejoran sustancialmente solo con incluir pequeños cambios en ellas.
- No renuncies al aceite de oliva. Además de ser una excelente fuente de grasa saludable, el aceite aporta un sabor inconfundible a cada plato. Por lo tanto, reduce la ración a una cucharada sopera por persona y sigue disfrutando de sus ricas propiedades.
- Encuentra tu verdura favorita y sírvela siempre de acompañamiento. Existe un amplio abanico de opciones cuando se trata de verduras y seguro que hay una que te gusta más que el resto. Entonces, aprovecha sus diversas versiones y no la limites sólo a una vez por semana. Y es que las verduras son las mejores aliadas si se trata de sentirte saciada sin añadir calorías extra.
- Experimenta con las especias. No solo de sal vive el hombre y mucho menos la cocina. Sobre todo si tenemos en cuenta toda la cantidad de especias disponibles en el mercado que no solo dan sabor y textura a las recetas, sino que también aportan beneficios para la salud.
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- Si te gusta el queso, rállalo. Todos sabemos lo difícil que es renunciar al queso cuando queremos adelgazar. Sin embargo, si queremos que estos cambios se conviertan en un estilo de vida y no en una dieta pasajera, es bueno saber cómo mantenerlo en nuestra alimentación con mesura. ¿Lo ideal? Rallar una porción pequeña sobre la comida. Así consumiremos mucha menos cantidad que si lo hacemos en tacos o rodajas.
- Crea tus propias recetas. Si te gusta la pizza, ¿por qué no cocinas una con ingredientes saludables que cumpla tus expectativas? Se puede transformar casi cualquier plato en uno más sano solo cambiando un par de componentes de la receta. Por ejemplo, sustituir la harina refinada por su versión integral, cocinar al horno en vez de freír, reemplazar el azúcar por dátiles, etcétera. Hay tantas posibilidades como ganas y creatividad tengas.