Por lo tanto, si eres de las que se pone una faja para ir al gimnasio, pon atención a los siguientes puntos:
- No quemas grasa, sino que eliminas líquidos: Esto significa que todo ese esfuerzo a la hora de entrenar se produce en eliminar líquidos a través del sudor, volviéndose la sudoración excesiva, pero lo que no significa que estés quemando grasa. Es un efecto de corto plazo y no hay quema calórica. Además, con materiales como los que están fabricadas las fajas, como el neopreno, evitas la transpiración natural de la piel y la temperatura en tu organismo se incrementa, lo que puede llevarte a una deshidratación.
- Pierdes tono muscular y trae problemas vertebrales: No es otra cosa más que tus músculos dejan de tensarse naturalmente por el apoyo de la faja, por lo que se dice que el tejido se vuelve «hipotónico» o sin tono muscular. La piel ya no se tensa con tu esfuerzo al entrenar por la presión. Por lo tanto, al dejar de usar la faja para entrenar, te costará trabajo que reaccionen nuevamente si el músculo se acostumbró al reposo. Por otro lado, el daño en la espalda es probable, si usas la faja incorrectamente y realizas entrenamientos de impacto.
- Usarla mucho tiempo causa distensión y hongos: Y si además eres de las que suele salir del gimnasio y dejarse un rato más la faja para «aprovechar» el esfuerzo del día, todavía peor. Y es que con el sudor acumulado de la faja se produce una gran cantidad de humedad en tu espalda, abdomen, glúteos y debajo del busto, por lo que pueden crecer hongos, bacterias o micosis. Finalmente, si a eso le sumas usar tanto tiempo la faja, aumentas las posibilidades de padecer atrofia muscular, distensión abdominal y flacidez.