Cada vez falta menos para que llegue una de las fechas favoritas de grandes y chicos: ¡la Navidad!
Y aunque este año será diferente, producto de las restricciones por la pandemia, es una fiesta familiar que siempre se agradece celebrar.
¡Descubre 3 datos que a lo mejor no conoces sobre esta festividad!
Origen del Árbol de Navidad
El 8 de diciembre es el día en que se acostumbra armar el Árbol de Navidad y así queda hasta el 6 de enero, Día de Reyes.
La tradición indica que hay que decorar un árbol, más precisamente un pino, para celebrar esta fecha. ¿Por qué?
Aunque hay diferentes versiones, la más conocida dice que, en la antigüedad, los germanos pensaban que tanto la Tierra como los Astros pendían de un árbol gigantesco, el Divino Idrasil o Árbol del Universo.
Árbol cuyas raíces estaban en el infierno, mientras que su copa se encontraba en el cielo. Para celebrar el solsticio de invierno, los germanos decoraban un roble con antorchas y bailaban a su alrededor.
Y luego, cuando estos pueblos fueron evangelizados, los conversos tomaron la idea del árbol para celebrar el nacimiento de Cristo, pero cambiándole el significado.
Fue en el año 740 que San Bonifacio, el evangelizador de Alemania e Inglaterra, reemplazó el roble por un pino como símbolo de amor de Dios y de vida eterna.
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Por qué se celebra el 25 de diciembre
La explicación más consistente de los historiadores es que el origen de la Navidad estuvo relacionado con una serie de decisiones tomadas por los altos mandos de la iglesia cristiana en los siglos III y IV.
De este modo, el 25 de diciembre no fue elegido para la Navidad porque fuese el nacimiento de Cristo, sino porque era la mejor formar de sustituir la Saturnalia, una celebración pagana romana.
Se trataba del culto a Saturno, dios de la agricultura, que se realizaba entre el 17 y el 23 de diciembre.
La moción del Papa Julio I, en el año 350, fue la determinante para establecer la Navidad el 25 de diciembre, como una estrategia de expansión de la iglesia cristiana.
Qué significan los colores de la Navidad
Rojo: Está asociado con el amor, la pasión y el fuego, pero no en el sentido tradicional, sino que refleja la sangre que Jesús derramó, así como el calor que abriga a las personas.
Verde: Se relaciona con la naturaleza y la esperanza. Transmite bienestar, la felicidad y el progreso.
Blanco: Este color simboliza una evocación de la pureza, la alegría, la fe y la luminosidad.