El “Síndrome de la cabaña” es el término cada vez más popular, utilizado para describir un conjunto de reacciones relativamente comunes luego de estar aislados o confinados durante un período prolongado de tiempo, que comienza a llegar a su fin. No es un diagnóstico específico, sino más bien una constelación de síntomas que pueden ocurrir en estas circunstancias. Se relaciona con el miedo por salir a la calle, a estar en contacto directo con otras personas fuera de la “cabaña” y a retomar actividades que antes eran cotidianas como trabajar fuera de la casa, tomar el transporte público, saludar a otros seres humanos, etc.
En muchos medios he visto una confusión que me parece importante aclarar. El Síndrome de la cabaña es distinto a lo que se conoce como la “fiebre de la cabaña”, en inglés cabin fever. Esta tiene que ver con la perturbación que se genera como producto de tener que estar encerrado por una imposición externa. El síndrome de la cabaña por su parte se relaciona con la perturbación que se genera al tener que salir de ese encierro.
No todas las personas lo experimentarán de la misma manera, pero muchas reportan sentirse intensamente ansiosas, irritables o inquietas. Otros efectos comunes son el miedo, incluso pánico o fobia, por volver a salir al mundo (ya sea al hacerlo o al pensarlo). Como intento de solución muchas veces se comienza a evitar eso que nos asusta y lamentablemente se transforma en pan para hoy y hambre para mañana.
Estos síntomas también pueden ser indicativos de una amplia gama de otros trastornos. Si los síntomas son relativamente leves, tomar medidas activas para manejarlos y que te resulten efectivas. Si te están impactando de manera más significativa, sería recomendable buscar la ayuda de un terapeuta u otro profesional de salud mental.
Algunas sugerencias para lidiar con este cuadro fóbico son:
Salir de la “cabaña” siempre que esto sea posible y esté permitido
Es importante ir graduando nuestro contacto con el mundo exterior paso a paso. Ponte metas diarias y semanales, realizando un seguimiento de tu progreso hacia la finalización. Asegúrate de que tus metas sean razonables y recompénsate al cumplirlas. La vuelta debe hacerse de manera gradual, aunque postergarla demasiado. Puedes comenzar por reencontrarte con personas cercanas por tiempos acotados y salir para hacer actividades gratificantes.
Reconoce, observa y describe lo que sientes
El miedo no es tu enemigo. Date cuenta cuando aparece y no intentes deshacerte de él o evitarlo. Al observarlo y describirlo, logras tomar cierta distancia de él y así poder hacer lo que para ti es importante (como por ejemplo salir de la cabaña) y que no sea el miedo el que ordene lo que haces (quedarte en la cabaña).
Exponerte a la luz del día, que ayuda a regular los ciclos naturales del cuerpo y te saca de la sensación de encierro.
Haz ejercicio físico ya que es un importante ansiolítico y antidepresivo
Si no puedes salir de la casa, acércate a una ventana y empieza a moverte, estírate o baila.
Limita las noticias relativas al tema
Aunque la información puede ayudarnos a conocer lo que ocurre, reducir la incertidumbre y sentirnos mejor, también es un arma de doble filo. Infórmate de fuentes confiables y limita el tiempo de exposición.
Las medidas de protección, como el uso de mascarilla, el distanciamiento físico y el lavado de manos previenen los contagios y tienen un efecto psicológico: nos dan mayor sensación de control, de protección y seguridad como la que sentimos en la cabaña.
Si quieres saber más sobre el tema escucha “Cómplices, Los Dos” todos los jueves a las 19:00 horas.
Rodrigo Jarpa es Magíster en Psicología Clínica, Doctor en Sexualidad Humana. Fundador & Docente, Academia de Psicología & Bienestar. Miembro de la American Association of Sexuality Educators, Counselors and Therapists.
Síguelo en su cuenta de Twitter: @rodrigojarpa
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