Una vida es la que mantenemos on line. Una vida que es, para peor, nuestra mejor creación. Pero, en el caso del Facebook de un soltero, leerlo es más difícil que jugar Sudoku. Se requiere inteligencia, intuición, y chispeza. Un Facebook muestra lo que una persona quiere decir. Puede ser un Facebook intelectual, lleno de publicaciones tipo “Fundación Sol” y gráficos que expliquen claramente una cosa: el mundo merece terminar mañana.
Puede ser un Facebook tipo “salvemos a los animales”, con lo que estoy de acuerdo, pero tampoco me muestres tantos perritos y gatos en adopción, porque el riesgo de dormirme con angustia cada noche es muy alto. Y está el Facebook museo, donde una persona disponible postea fotos de su pasado, y una trata de entender si son fotos de viajes que considera muy exóticos -aunque de fondo esté Guaylandia- o bien, estamos en un escenario tan oscuro como las penas de amor de Pampita: extraña a su ex, y hay que buscarla entre quienes lo acompañan. Y una, que si no tiene tiempo, se lo hace, se lanza en una versión extrañísima de “Dónde Está Wally” pero sin el chaleco a rayas obvio, y sin saber muy bien cómo demonios se ve el famoso Wally, para encontrarlo de una vez y entender qué quiere decir este muro de Facebook ajeno. Un desafío. Es como Champoleón frente a los jeroglíficos. Un enigma fascinante, pero que a veces llega a preguntarse “Ya, ¿y para qué tanto?”
Lo peor, es que la gente espera que una además trabaje. Y compre regalos de Navidad, y se comporte como un ser humano adaptado. ¿Todo junto? Imposible. Entonces llamo a la Camila, que descubrió su talla en Aliexpress y no hay quién la saque de Internet, y le cuento mis teorías sobre este sujeto.
- le gusta el misterio, porque no hay estado civil ni fotos en su pasado abrazando a nada
- es virgen, porque cómo no vas a haber abrazado a alguien en las fotos nunca
- tiene fobia social y esa ropa perfecta ocultan a un asesino en serie que tiene cuerpos colgando en su clóset
- no actualiza Facebook o no entiende que es fundamental mantenerlo al día para los mirones y los enamorados.
Desde el otro lado del teléfono, escucho los silencios de Camila y me queda claro que la estoy lateando. Entonces, le digo que vayamos a tomarnos algo, para calmar el ataque de psicosis, pero ella encontró imitaciones Fendy, entonces no le importo. Ya la veo con dos aros de pelotas a lo Vesta Lugg y le digo que mejor nos juntemos antes que le llegue su pedido on line y me sea imposible ser vista con ella en público. Llego antes que ella, escojo una mesa en la terraza del Liguria y sólo por ocio, abro el messenger de Facebook. Me tomo media copa de espumante al seco y espero. No me habla. ¿En serio? Si tienes apenas 433 amigos, ¿en serio no me ves?
Voy al baño, me miro al espejo, me encuentro lo mina que una se encuentra con trago, y zas. Le mando mi ubicación. Me arrepiento al segundo y trato de deshacer la enviada, alguien me toca la puerta del baño, la Camila me llama avisando que ya pidió una botella porque qué es eso de pedir copas… y yo pido misericordia. Misericordia, si una no está en edad para pasar estos sustos.