Por Carolina Reyes Cristi, Psicóloga, Magíster en Psicología Educacional y Directora Colegio Monteluz
Hoy en día es muy común escuchar hablar de inclusión en educación; sin embargo, es necesario preguntarse a qué nos referimos cuando hablamos de educación inclusiva.
Un principio básico de la inclusión, es el reconocer que los seres humanos somos diversos: en cuanto a nuestras características de personalidad, estilos y ritmos de aprendizaje, habilidades, edades, etnias, géneros, niveles socioeconómicos, etc. Comprender este punto, es la base para entender que no podemos pretender entregar una única respuesta educativa para esta diversidad de personas.
Cuando hablamos de educación inclusiva, nos referimos a la capacidad que tienen los colegios para poder identificar esta pluralidad desde las diversas necesidades socioemocionales y de aprendizaje. De esta manera, poder adaptar y modificar las prácticas educativas respondiendo a ellas.
Bajo este marco, la inclusión al interior de los establecimientos es muy relevante, debido a que permite visibilizar, identificar y reconocer la diversidad de niños, niñas y adolescentes que forman parte de éste. Atendiendo a las necesidades de cada uno y brindando una respuesta educativa significativa y pertinente. Para lograr aprendizajes profundos que les sean útiles en su vida personal, estudiantil y laboral.
Lamentablemente, hoy muchos colegios señalan ser inclusivos. Pero cuando uno examina sus prácticas educativas, su plan de estudios y su manera de evaluar, vemos que ésta es estandarizada. Esto quiere decir que plantean una única manera para enseñar y evaluar.
La inclusión en la educación: Un gran desafío
Para que un colegio pueda ser inclusivo, lo primero y más importante es la capacitación al equipo de docentes y profesionales de la educación que trabajan al interior de éste para poder primero, estar alineados en cuanto al significado y a las implicancias de la inclusión.
Junto con esto, poder manejar un marco teórico y de estrategias pertinentes a la diversidad presente en el colegio. De tal manera de poder responder a dichas necesidades de una manera oportuna y relevante.
Desde esta perspectiva, para poder ser inclusivo se debe contar con los recursos humanos, financieros y estructurales que puedan dar respuesta a las necesidades. De esta forma, por ejemplo, un colegio de dos pisos debería tener una infraestructura que permita el traslado en silla de ruedas, o si hay niños o niñas con discapacidad intelectual, se hace vital contratar a una educadora diferencial, para dar apoyo en la integración y aprendizaje.
Cuando hablamos de inclusión debemos ser responsables, ya que implica activar y poner en marcha una serie de recursos con los que no siempre se cuenta. Esto es vital poder tenerlo claro desde el comienzo. No es suficiente la sola intención o declaración de principios, sino que se debe asegurar el equipamiento necesario para esto, además del trabajo en equipo junto a la familia.
Así, la inclusión implica un cambio de paradigma. Respecto de cómo mirar, enfrentar y crear los espacios educativos para lograr un mundo más respetuoso, tolerante y colaborativo.
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