Hace un par de días, dando vueltas por Internet, llegué a una página de Estados Unidos donde amablemente y de forma totalmente gratuita ofrecen a los internautas saber, en cosa de minutos y mediante unas simples preguntas, si sufren de una adicción al sexo.
Estas son alguna de las preguntas:
- ¿Alguna vez te han pillado mirando contenidos sexuales en el computador?
A esta respondí que sí. Gran parte de lo que veo, investigo y leo en Internet incluye contendidos sexuales. - ¿Se ha masturbado alguna vez delante del computador mientras miraba contenidos sexuales en Internet o ha realizado actividades sexuales con otras personas en la red? Si, confieso que lo he hecho.
- ¿Ha dedicado tiempo a mirar material sexual o a contactos sexuales en la red, cuando ese tiempo podría haberlo pasado junto a su familia, sus amigos o su pareja? A esta también respondí de manera afirmativa. Todas las veces que estoy en Intermet, viendo material sexual o del tipo que sea, podría eventualmente estar con mi familia, con mis amigos, con mi pareja, corriendo, comiendo tallarines o subiéndome a un árbol.
- ¿Cree que el sexo o una relación amorosa puede hacer su vida más placentera? Sí, lo acepto. No sabía que esto fuera algo malo.
- ¿Cree que tiene un derecho especial a disfrutar del sexo? Sí, como todas las personas. El placer es un derecho humano (no una obligación).
- ¿Ocultas a los demás tus actos sexuales?
Sí. En general los hago en privado, prefiero evitar los lugares públicos y valoro mi intimidad.
¿Respondiste a las preguntas? ¿Eres adict@ igual que yo?
Prefiero no entrar la discusión teórica sobre el concepto de «adicción al sexo», «adicción al porno», «adicción a Internet» o hipersexualidad, que son etiquetas psicopatológicas muy marketeadas últimamente. Todas estas y por sobre todo la de adicción al sexo pueden ser auto diagnosticadas muy fácil y rápidamente, respondiendo cuestionarios online, que junto con la enfermedad te venden la cura al más puro estilo «llame ya»: en clínicas, con fármacos, libros de autoayuda o mediante la fe y la palabra del Señor. ¿Es adicción, es culpa, es un negocio?
Te invito a que saques tus propias conclusiones mediante el siguiente relato: Tengo un amigo muy cercano que tiene una especie de obsesión. O al menos así lo plantea su mujer. Producto de esto, se gasta una buena cantidad de su sueldo en eso, pasa horas buscando material en Internet, en revistas, en la televisión. Solamente con algunas personas puede hablar extensamente del tema, le ha generado conflictos con su pareja e incluso su productividad laboral se ha visto afectada en algunas temporadas. Él dice que le ayuda a desestresarse. ¿Qué opinas? ¿Le recomendarías a mi amigo que viera a un especialista en adicción al sexo? No te lo recomiendo. Lo que pasa es que a mi amigo le gusta el Colo-Colo y como buen hincha, pareciera como si fuera adicto a su equipo.
El ejercicio anterior se basa, en parte, en el texto de Tracy Todd llamado «La eyaculación precoz del diagnóstico de adicción al sexo», donde cuenta la historia de su amigo golfista. Y como señala al final de su historia: la gente que no juega golf no lo comprende, pero para él el tiempo que pasa en el campo es terapéutico. Sin embargo, si en lugar de practicar su swing, practicara el sexo, los comportamientos que he mencionado antes lo clasificarían en muchos círculos como adicto al sexo.
Muchos de estos diagnósticos se basan en supuestos descontextualizados, donde se cataloga de enfermo a todo aquel que tenga un interés en el sexo que vaya más allá del sistema valórico convencional. Varias veces he recibido a jóvenes adolescentes en la consulta, que no tenían ningún problema de ningún tipo hasta que llegaron a una de estas páginas, respondieron un cuestionario y ¡chán! llegan a verme desbordados de angustia, frente a esta nueva identidad: «soy adicto al sexo».
Por otro lado, llegan hombres adultos con sus parejas, que luego de haber sido descubiertos en una infidelidad o que les hicieran un escándalo victoriano porque los pillaron masturbándose frente al computador, recurren a poner la causalidad de lo que han hecho afuera en una enfermedad que suena a grave: «Tal vez lo hice porque soy adicto al sexo». La mayoría de las veces los manda su pareja a que vayan solos al «taller de reparaciones».
Al usar estos carteles como «adicto al sexo» nos sumamos más problemas que soluciones. Resulta más efectivo hablar de conductas y que en este contexto, implicarían una falta de control en relación a prácticas sexuales, que a pesar de que la persona ha intentado manejarlas, producto de las consecuencias negativas que le han generado, no lo ha logrado y esto les genera sufrimiento.
Recuerda que en el programa de esta semana seguiremos conversando sobre estos temas. Escúchanos este jueves en «Cómplices, Los Dos», de 20:00 a 21:00 horas. ¡Puedes comentar con nosotros usando el hashtag #ComplicesFMDOS!
Rodrigo Jarpa es Magíster en Psicología Clínica, Doctor en Sexualidad Humana. Fundador & Docente, Academia de Psicología & Bienestar. Miembro de la American Association of Sexuality Educators, Counselors and Therapists.
Síguelo en su cuenta de Twitter: @rodrigojarpa
¿Tienes alguna duda que quieres resolver sobre este u otro tema? Deja tus preguntas para que Rodrigo Jarpa pueda seleccionar y contestarlas en una próxima columna:
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