Ayer, aprendí que el corazón tiene neuronas. Estaba conversando con Rodrigo, un experto en medicina china y me contó varias cosas que me sorprendieron. (También me dijo que aún no he vivido el gran amor de mi vida, y que va a comenzar entre este año y el próximo. Pero eso se los cuento después)
Rodrigo me explicó que en la medicina china, el cerebro es considerado casi una “víscera” porque quien manda a todos los órganos y al cuerpo entero, es el corazón. Me explicó que la forma de mantenerse sanos era estimulando energías más que adormeciendo dolores, que es como tantas veces vivimos muchos. Y me puse a pensar en mí: en mi obsesión con el amor. En las veces que he huido de algo que sé, me va a doler. Que en estos días, elegí no hablar con alguien a quien quiero mucho, porque la última vez que lo hicimos, sentí unos celos irracionales y posesivos que me dolieron tanto, que decidí mantenerme lejos de ahí. Fue un punzón, un cuchillo, un dolor que daba por olvidado.
Esos celos me dejaron convaleciente: sin ganas de sentir esa punzada de nuevo. El problema es que soy adicta al amor, con estos lados atroces pero con esas mariposas que me hace sentir; con ese descontrol que me ataca, con esa forma de tomar mi voluntad y dejarme a merced: flotando, esperando qué hace el otro, con la emoción de ver que escribe, que responde, que me busca. Pero, con miedo a volver a pasarlo mal. Porque hasta ahora, no he conocido un amor que termine bien. Es extraño cómo el cuerpo duele cuando el amor falla. Y por eso, cuando el mismo experto me contó que la medicina occidental ha descubierto neuronas en el corazón, todo me hizo sentido. El corazón sabe. El instinto no se equivoca. El gesto de tocarse el corazón cuando sentimos algo, es correcto y no mi forma de afirmarme de mi talón de Aquiles. Porque el amor es y será mi gran fortaleza y a la vez, mi criptonita.
Estuve leyendo y me encontré con que el corazón también siente, piensa y decide. Según un estudio de la Universidad de Oxford, en él se concentran cerca de 40.000 neuronas y toda una red de neurotransmisores con unas funciones muy concretas que lo convierten, para nuestra admiración, en una extensión perfecta de nuestro cerebro. Nuestro corazón nos cuida: se activan hormonas segregadas por él, cuando estamos con las personas correctas. ¿Qué quiere decir eso? ¿Que cuando nos enamoramos, hay certezas más allá de lo que nosotros entendemos? ¿Que quienes somos tildados de impulsivos o instintivos, los que seguimos al corazón donde él nos lleve -a veces a lugares poco recomendables, a relaciones que no deberían ser, a estados extraños de riesgo por culpa de lo que sentimos- estamos al final siguiendo al cerebro?
No tengo respuesta para nada de eso. Simplemente, me quedé con la sensación que ser adicta a seguir a mi corazón no es un error. Hay acá, adentro, un extraño timón que me mueve. Al que en estos días estoy dejando en modo avión para que no me haga sufrir, negándome a escucharlo cuando me dice “basta de orgullo, di lo que sientes”. Porque creo que el silencio y la ausencia es otra forma de decir muchas cosas.
Ayer me dijeron que el gran amor de mi vida aún no ha llegado, pero que va a comenzar pronto. Me pusieron la mano izquierda de lado y con un lápiz bic me rayaron la mano: desde un lugar a otro del borde de la mano, se ven 70 años de vida. Y las líneas dijeron que mi primer gran amor fue a los 19 años. El segundo, a los 34 -coincide con la edad de mi matrimonio que ya terminó- y que según las líneas de mi mano, ya conocí o voy a conocer dentro de un año a quien será mi gran gran gran amor. ¿Qué sentí cuando me miró la mano derecha, y me dijo que ahí se confirmaba que estaba haciendo lo correcto para cumplir mi destino? Alivio. Porque si bien las certezas me asustan y me obligan a cuestionarlo todo, saber que el amor está ahí, esperando para volver a dominarlo todo, me volvió a llenar de esperanzas.
Saber que el amor me espera a la vuelta de la esquina es la mejor idea con que puedo comenzar un día. Y saber que el corazón sabrá reconocerlo, con esas neuronas que acabo de saber que existen, me dan la tranquilidad que finalmente, todo cae en el lugar correcto.
¿Crees tú que el corazón te guía en la vida?