Hay distintos amores y diferentes formas de amar. Por otro lado, cuando amamos; lo hacemos insertos en una cultura determinada. Más allá de lo anterior, hay ciertas etapas definidas por la ciencia, relativamente estables, predecibles y transculturales.
Una de las expertas en el tema, es la antropóloga y bióloga, Helen Fisher, quien lleva más de 30 años estudiando científicamente el amor. Fisher describe con lujo de detalles, sus distintas etapas y los aspectos característicos de cada una de ellas.
Dichas etapas se han asociado a una serie de cambios neuro-psico-fisiológicos y son las siguientes:
Enamoramiento
También se le conoce como la fase de lujuria o limerencia (me encanta esta palabra). En esta etapa todo es color de rosa, se sienten “mariposas” en el estómago, estamos eufóricos, llenos de vida y energía (se duerme en promedio un 20% menos).
Generalmente las relaciones sexuales son intensas y frecuentes. Es bastante similar a estar bajo los efectos de alguna droga, que genere un estado alterado de consciencia. Y como dice el refrán “el amor es ciego…” pero el matrimonio o el tiempo le devuelven la vista. Dicho esto, sería poco recomendable tomar decisiones apresuradas en esta etapa de idealización.
También es importante entender que es una etapa y que al disminuir las intensas sensaciones antes descritas; no quiere decir que se ha acabado el amor. Como dicen por ahí “el amor eterno dura seis meses”. Los estudios demuestran que la bioquímica de estas experiencias involucran químicos cerebrales asociados a la recompensa, como la dopamina y la norepinefrina. Ambos son gatillanes de la producción de testosterona; hormona relacionada directamente con el deseo sexual.
Amor Romántico
En esta etapa, que generalmente se define entre los 18 meses y 4 años de relación, se tiende a estabilizar la unión de pareja.
Es frecuente que surjan conflictos, donde para salir airosos es fundamental aceptar al otro como distinto a mí. La idealización disminuye, así como la intensidad y la pasión. Incluso, se puede escuchar por ahí: “me lo cambiaron” o “no es la persona de la que yo me enamoré”.
Cuando existe mayor estabilidad y compromiso, la bioquímica predominante asociada a la seguridad, se caracteriza por la presencia de oxcitocina y vasopresina. La primera se asocia al apego o vinculación afectiva y la vasopresina está asociada a la monogamia en machos. Ambas pueden ser tranquilizadoras y reducir los niveles de testosterona.
Algo interesante, es que algo similar ocurre con la llegada de los hijos. Hay estudios que demuestran que, con solo poner al recién nacido en el pecho del hombre por un minuto, bajan significativamente los niveles de testosterona disponible. Cuando tuve acceso a esta información, estaba por nacer mi hija Emilia. ¿y que hice? Lo comprobé empíricamente. Una semana antes me hice un examen de sangre para medir mis niveles de testosterona que se encontraban dentro del rango normal. En cuanto nació, la tuve en mis brazos, contemplándola y sintiendo su olor. Una vez que la dejé en su cuna y salí del idilio, corrí por la clínica para hacerme una nueva muestra de sangre y ver mis niveles de testosterona. Esta vez, mi hormona de semental, estaba en niveles similares a cuando era un niño. La sabiduría de la naturaleza utiliza este recurso, ya que es poco adaptativo un hombre con ganas de sexo, cuando hay un hijo recién nacido y una mujer poco “disponible”.
Una buena noticia es que la pasión y la satisfacción pueden coexistir en una relación de amor a largo plazo. Lo que tiende a desaparecer, si comparamos con las primeras etapas de romance, es la euforia y la obsesión por el otro. Esto no implica que la atracción, la excitación y el interés sexual desaparezcan también. Existe evidencia contundente, respecto a una alta correlación entre el disfrute del amor romántico y autoestima, bienestar en general y salud física. La diferencia critica entre las relaciones de amor romántico altamente satisfactorias, y las relaciones de pareja amistosas y moderadamente satisfactorias, es la presencia de vida sexual.
Amor Maduro
En esta etapa cobran relevancia el apego, el afecto, la ternura y el compromiso estable. La psicología evolutiva plantea que para poder criar a los hijos y perpetuar la especie, es necesario que la lujuria y el amor romántico den paso a esta estabilidad.
La pasión disminuye, pero no quiere decir que deba desaparecer y aquí hay una clave: Hay estudios científicos realizados con parejas mayores, que decían sentirse igual de enamorados que el primer día y se demostró que sus niveles del neurotransmisor dopamina, eran similares a los de los recién enamorados. ¿Cuál es la clave? Como dice Helen Fisher, “Hacer cosas nuevas con tu pareja o cualquier actividad placentera juntos, puede desencadenar sentimientos de romanticismo y despertar la pasión”.
En el programa de esta semana seguiremos profundizando sobre el tema. Escúchanos este jueves en “Cómplices, Los Dos”, de 20:00 a 21:00 horas. ¡Puedes comentar con nosotros usando el hashtag #ComplicesFMDOS!
Rodrigo Jarpa es Magíster en Psicología Clínica, Doctor en Sexualidad Humana. Fundador & Docente, Academia de Psicología & Bienestar. Miembro de la American Association of Sexuality Educators, Counselors and Therapists.
Síguelo en su cuenta de Twitter: @rodrigojarpa
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