Tengo que partir diciendo lo obvio: soy muy, muy fan de Cerati. Es imposible tener mi edad y no haberlo amado, aunque sea por razones generacionales.
Era la banda sonora de las primeras fiestas a las que fui. “Trátame Suavemente” debe ser de los primeros lentos que bailé. Después de los gritos más hormonales, empecé a enamorarme de las letras de las canciones. Aunque un pololo me dijo “Pero si cuando habla no dice nada”, lo defendí siempre. Hablaba perfecto sobre amor. Y además, es tan parte de la historia pop de todos: sus visitas al Festival de Viña, su pololeo y post casamiento con una chilena -sí, una chilena dio la cara por todas, viva Chile, ¡viva septiembre!- sus años de residencia en Santiago, sus conciertos de despedida y luego la gira “Me Verás Volver”, más millones de micromomentos personales: me lo encontré en un ascensor, en un paradero esperando un taxi afuera de la clínica Alemana, y en locutorios de radio, cuando ya trabajaba en esta pega tan linda que es ser periodista radial.
Lo del ascensor, es de película: yo tenía 20 años, se abrió la puerta en un edificio en Colón con Alcántara y adentro estaba él, solo, con lentes de sol. Fueron 16 pisos compartiendo con él un metro cuadrado y lo único que pude hacer fue mirar la punta de mis bototos, pensando en mil cosas por decir. Y al bajar, le dije, en un arranque de valentía arrastrada, “Gustavo, todas te amamos”. Se rió y yo sobreviví para contarlo y escribirlo acá.
Gustavo Cerati me debe un disco. O dos, o tres. Lo digo, porque hablar de la vida amorosa de cada una, es hablar un poco de la discografía de Cerati. Cada vez que lo pasé mal, que hubo un quiebre, que algo no funcionó en el amor, coincidió con el lanzamiento de algún disco nuevo de Soda Stereo o de su carrera solista. Sí, el timing de mis fracasos amorosos estaba bien sincronizado con los momentos creativos del trío argentino.
Podría agarrar los discos de Soda y empezar a ponerles nombres de esos quiebres a cada álbum. Pero, para qué tanto exhibicionismo. Quedemos de acuerdo en algo: nadie sabía hablar de las complicaciones del amor, como Gustavo Cerati. En diciembre del año pasado mi corazón estaba hecho pedazos y necesité encontrarme de nuevo en sus canciones. Así como el “Ahí Vamos” llegó de mano de mi amiga Chica, en el momento en que dejaba de vivir con un ex, donde pensé que había futuro.
Nunca me olvido de ese momento, en que llegué a vivir a un departamento vacío, con eco, con una cama y un refrigerador, donde sólo se guardaba vodka y hielo. Y en mi radio, ese CD sin dejar de sonar. Fue un mantra, fue terapéutico, fue una curiosa casualidad: me fui sanando de la pena de amor con cada giro de ese disco. Y se lo voy a agradecer siempre, profundamente. El primer día de mi hija mayor en la sala cuna, pasé la culpa de dejarla escuchando “Siempre Es Hoy” y viendo ese video de guaguas bailarinas. El día en que asumí que mi matrimonio se acababa, escuché en repeat “Me Quedo Aquí”, y canté con él hasta quedarme dormida. De eso han pasado cuatro años, y todavía le hago el quite a la canción. Porque fue para mi un trance complejo: un momento que no quiero revisitar.
Cerati me debe un disco. O dos, o tres. No sé cuántas veces falta que me rompan el corazón. Sé que lo necesité en diciembre, en enero, y no estuvo. No puedo volver a usar sus canciones en nuevas relaciones: de alguna extraña forma, lo siento como infidelidad. Cada una de mis historias importantes se teje con sus canciones. Los momentos que me marcaron fueron con Canción Animal y con Dynamo sonando fuerte. Entre pasión y desamor, siempre supo hasta dónde llevarnos. ¿Hasta el extremo? No lo sé. Siempre llegaba un poquito más allá.
Sabía decir lo que queríamos escuchar, o tal vez, entendía el amor como muchos, una extraña mezcla de dolor con placer y endorfinas culpables de vivir persiguiendo lo que gatille para volver a sentirlo una vez más. El día que murió Cerati fui a las oficinas de la radio Concierto y me ofrecí a escribir libretos para los programas especiales. ¿Qué más cabía hacer? Trabajar contando lo que él era. Pasar la pena con otros fans. Así como hoy pensé en escribir esto: Cerati me debe dos o tres discos. Creo que Gustavo era adicto al amor, como yo. O que al menos, en cada uno de sus discos, lo buscó y lo vivió intensamente.
Y hoy, le agradezco de corazón, que haya escrito y cantado cada vez que lo sintió, para acompañarnos a los otros adictos al amor, en una eterna terapia musical.
¿Qué canción de Soda Stereo o de Gustavo Cerati marcó tu vida amorosa?