Pareciera ser un ideal común el querer alcanzar la vida eterna. La buscamos en la ciencia y nos inventamos historias de que existe. Si bien es cierto que hoy vivimos mucho más que antes y para algunos puede ser una eternidad, más allá de las fantasías, los mitos y las leyendas, no hemos encontrado el elixir que nos permita vivir para siempre.
Lo que sí hemos descubierto es una pastilla azul que no nos da la vida eterna, pero que en su defecto, nos promete el «sexo eterno» —al menos a los hombres—. Sobre todo, si homologamos —y de paso limitamos— sexo igual a pene con sus cuerpos cavernosos llenos de sangre.
La historia del viagra femenino
En 1998, una pastilla llamada viagra, que originalmente fue creada para la angina de pecho, fue aprobada por la FDA, para el tratamiento de la disfunción eréctil. El rotundo éxito de la pastilla, en manos del laboratorio Pfizer, levantó no solo penes, sino que un gran interés por la disfunción sexual femenina. Esto da inicio a una frenética búsqueda del «viagra rosado» o «viagra para mujeres».
En esta aventura rosada se daba por hecho que todos éramos azules y que el funcionamiento sexual de las mujeres era básicamente igual al de los hombres. Lo que primaba era un modelo lineal de respuesta sexual, donde lo primero que tendría que darse era el deseo, para que luego le sigan ordenaditamente la excitación, meseta, orgasmo y resolución. En 1999 —un año después de que sale al mercado la pastilla azul— se publicó un artículo en el que se aseguraban que un alarmante 43% de las mujeres estadounidenses, tenían el diagnostico de «disfunción sexual femenina». Los resultados de esta investigación —con importantes problemas metodológicos— fueron casi tan leídos como «50 sombras de Grey», desde el ámbito académico hasta en el show de Oprah Winfrey. En ese contexto, encontrar la pastilla rosada era casi un deber moral.
La búsqueda del viagra femenino, por más vaso-congestión que generara, resultó ser un fracaso. No todos funcionamos igual y si bien se puede lograr mediante un fármaco que aumente el flujo sanguíneo y/o la lubricación genital, muchas mujeres necesitan de otros competentes para sentirse excitadas. Como no se podían quedar sin los ingresos de las féminas, exploraron en las hormonas y más adelante en los neurotransmisores.
Luego de una extensa batalla y de un par de fracasos previos, el laboratorio Sprout logra convencer a la FDA el 18 de agosto del 2015 para que apruebe la venta de Flibanserin, bajo el nombre comercial de Addyi. Esto se hace con la condición de seguir explorando su seguridad —mientras miles de mujeres lo consumen— y realizar una «estrategia de mitigación» para contrarrestar los efectos secundarios adversos. Entre estos se incluyen el riesgo de hipotensión severa, sincope, depresión, mareos, nauseas, insomnio, somnolencia, fatiga y ansiedad. Podemos entonces tener mujeres deprimidas, ansiosas, cansadas y vomitando, pero ¡calientes y sin importar el contexto! Su venta debía ser acompañada por información clara respecto de los riesgos de consumir alcohol durante el tratamiento y la interacción que puede tener con otros fármacos. Todo esto sin mencionar la baja efectividad del fármaco y las diferencias poco significativas de sus efectos en comparación al placebo.
Dentro de las estrategias de convencimiento del hasta entonces poco conocido laboratorio Sprout, estuvo el apelar a la lucha de la igualdad de género y que, así como los hombres teníamos una pastilla azul para solucionar nuestros problemas (26 soluciones farmacológicas hasta ese entonces versus 0 para las mujeres), las mujeres debían tener una rosada para arreglar los suyos. La campaña recibió el nombre de «Even the score» o «Igualemos el marcador» y bombardearon al rebaño con hashtags, videos en YouTube, emotivos testimonios de mujeres que decían que la pastillita literalmente les había salvado la vida, recolección de firmas en Change.org, etc.
A las 48 horas de ser aprobado Addyi por la FDA, la compañía farmacéutica canadiense Valeant Pharmaceuticals International, se adjudicó a Sprout por mil millones de dólares.
¿Existe el viagra femenino?
El llamarla «viagra femenino» es a lo menos engañoso. Esta pastilla está muy lejos de ser igual de efectiva que el viagra masculino. Por otro lado, actúa a nivel de neurotransmisores y no impulsando sangre a los genitales para tener una erección. Otra diferencia fundamental, es que la pastilla azul, debe ser tomada poco antes de tener relaciones, mientras que la rosada debe tomarse todos los días y por un periodo prolongado de tiempo.
¿Realmente pensamos que podemos resolver todo con una pastillita? Al parecer sí. Pero si lo pensamos un poco. Paulina es una mujer que se levanta a las 6AM todos los días, se preocupa de sus hijos, de las cosas de la casa y trabaja en algo que no le motiva de lunes a viernes. Después de la pega, mientras viaja casi una hora y media apretada como sardina en el Transantiago, piensa en cómo van a llegar a fin de mes, porque le tuvieron que poner frenillos a su hija del medio. Cuando llega a la casa, su marido y los niños ya llegaron, pero no han hecho mucho y ella se tiene que hacer cargo. Cerca de las 11 de la noche, cuando al parecer ya está todo listo, su marido que con suerte la saludó cuando llego a la casa, se pone «cariñoso» con muy poco cariño. Hace tiempo que él ya no es así con ella, que no la mira, no le dice algo bonito y cuando quiere sexo, es «tres cucharadas y a la papa». Personalmente conozco a miles de Paulinas y, ¿realmente pensamos que podemos resolver todo con una pastillita?
Recuerda que en el programa de esta semana seguiremos conversando sobre estos temas. Escúchanos este jueves en «Cómplices, Los Dos», de 20:00 a 21:00 horas. ¡Puedes comentar con nosotros usando el hashtag #ComplicesFMDOS!
Rodrigo Jarpa es Magíster en Psicología Clínica, Doctor en Sexualidad Humana. Fundador & Docente, Academia de Psicología & Bienestar. Miembro de la American Association of Sexuality Educators, Counselors and Therapists.
Síguelo en su cuenta de Twitter: @rodrigojarpa
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