Cuando uno se ha equivocado muchas veces en la vida, ya no cabe echarle la culpa a las circunstancias. A mismo problema, distinta solución, para poder mejorar. Ya he salido con suficientes pasteles, ya entendí que la sicopatía no siempre es atractiva, ya entendí que el «démonos un tiempo» quiere decir, en realidad, no sé cómo patearte porque me da miedo tu intensidad. He crecido, soy casi una adulta responsable, y según yo, soy una mujer con pololo.
Obviamente que ya caí en todos los vicios de quienes pololean.
- Lo llamo hasta para preguntarle si le gustó lo que almorzó.
- Le he contado a gente que ni conozco.
- Busco excusas absurdas para hablar de él. «Ese auto se parece al de mi pololo, pero poco, es decir… tiene cuatro ruedas, igual que el de él».
- Me imagino de viaje en verano, subiendo fotos a Facebook.
- Fantaseo con que sus amigos son como una mina escondida de hombres decentes, y que le presento amigos a todas mis amigas solteras y somos todos tremendamente felices.
- Creo que estoy imponiendo una moda, la de los hombres comprometidos con quienes tienen al lado, y que con Mauricio encontré la solución al vicio de la infidelidad crónica.
- Quiero caerle bien a su mamá. No me ha dicho que quiere presentármela, pero igual. Quiero que me ame.
Por supuesto que estas ideas andan dando vueltas en mi cabeza y confesarlas me hace bien porque me siento menos loca. ¿A quién no le ha pasado, que la sola idea de pololear viene asociada a una organización flash de matrimonio, compra de casa y bautizo de las mascotas?
Y como no todo es fantasear, ya le compré cepillo de dientes, una camiseta, un pijama, para que pueda quedarse y no tener excusas. ¿Muy pronto?
¿Muy loca? ¿O hay más gente que se porta así en este mundo?