Padezco de “Fiebre De Amor” desde los 8 años. Amo a Luismi desde siempre. Desde“Decídete”, “1+1=2 enamorados”, y toda su historia. Tuve en VHS la película “Ya Nunca Más” y llegaba en las tardes, del colegio, a verla y llorar.
Cuando salió la película con Lucerito, vine a Santiago en vacaciones de invierno -me crié en el sur- y mis papás le pagaron a una prima de 15 años para que me llevara al cine. Resultado: me dejó sentada en el cine rotativo y se fue con el pololo. Sobreviví; y creo haber despertado sexualmente cuando Micky apareció en la escena de la bañera.
Escribo esto, porque todos los días escucho el rumor que negocian con Luis Miguel para venir al Festival de Viña. Y en el diario del sábado, revelaron algo que casi me infarta: Diego Boneta vendría de jurado. ¿Se imaginan eso? Es como ir a una fiesta y que estén tu ex y tu aspirante a futuro ex marido. Y que se saluden y conversen. Es demasiada emoción. Es mucha la presión.
No estoy loca, pero debo confesar que estudié periodismo pensando que alguna vez lo iba a conocer entrevistándolo y obvio, nos íbamos a enamorar como en sus canciones y listo, nos fuimos a vivir a Acapulco. Confieso todo esto, porque estoy con un problema feroz: parece que ya no lo amo. Creo que mi corazón lo cambió por Diego Boneta.
Y qué quieren que les diga, me siento asquerosamente infiel. Me demoré en ver la serie de Netflix porque no quería odiarla. Necesitaba que mi amor por él quedara encapsulado, sin que el paso del tiempo o los detalles de sus historias trágicas lo convirtieran en un ser humano cualquiera. Luis Miguel, en mi cabeza de fan, camina sobre el agua. Para mí, es el loco más mino del mundo y que canta, además, himnos generacionales.
No veo noticias actuales de él hace años, porque para mi siempre tiene 20 y algo. Todos hemos dedicado “La Incondicional”, “Ahora Te Puedes Marchar”, y cuántas más. Es el culpable que haya sacado mi primera tarjeta de multitienda, en mis años universitarios, para ir a verlo a una gala en el desaparecido Santa Rosa de Apoquindo. Hasta que, apareció él.
Forzada por varias amigas, me dediqué un fin de semana a ver la serie de Netflix. Diego Boneta no me convenció: me conquistó. Me dejó googleándolo, y lo peor de todo, reemplazó a Luismi como fantasía erótica. Después de pensarlo mucho y sentirme una vieja verde por andar mirando a alguien que nació el año que yo cursaba segundo medio, lo entendí. Diego es mi amor por la nostalgia. Es la máquina del tiempo. Diego Boneta me lleva a esos años en que el amor era algo nuevo, un juguete a estrenar.
Diego es, en mi cabeza, ese primer enamoramiento de un amigo que no supe resolver bien. Enamorarse de Diego es tratar de reivindicarme con mis 19, 20, 21, 22 años. Diego Boneta es una hermosa, tonificada y sexualmente explosiva cápsula del tiempo que además nos demuestra que el hombre más mino lloró por amor, sufrió el fantasma de la inseguridad y la infidelidad y aunque tuvo sexo con todo lo que se movía, seguía sintiéndose solo.
Diego, queridas, es la certeza de nuestra mayor fantasía: Luismi es como una. ¡Micky se manda sus tiene caña y condoros. No entendió a una mujer que quería tener una carrera. Hizo cosas en su pasado que no quiere recordar. Nuestro Luismi tuvo amigos zorrones con los que iba a la disco. Micky nos contaba la verdad en sus canciones: su vida amorosa era complicada, y eso lo supimos gracias a Diego Boneta.
Diego: soy la señora que te favoritea todo en Instagram. Espero que si lees esto, entiendas que es algo así como amor vicarial. ¿Sabes qué significa eso? ¿No? Si quieres cuando vengas a Viña, pregunta por mi y yo te llevo a un lugar con vista al mar, tomamos vino blanco, comemos machas a la parmesana y te explico todo esto. No sé. Piénsalo. Quizás algo aprendamos los dos de esa conversación. En pedir no hay engaño.