Las discrepancias en el deseo sexual, ocurren cuando un miembro de la relación experimenta más o menos deseo sexual que su pareja. Esta es una de las principales razones por las que todo tipo de parejas buscan terapia.
Estas son algunas las características centrales sobre la diferencia en el deseo sexual:
La diferencia es la norma: Los conflictos sobre el deseo y/o la frecuencia sexual son esperables en las relaciones de pareja estables. Es más, son estadísticamente normales. Según estudios recientes, solo un 21% de las parejas están en sintonía acerca de la frecuencia con la que quieren tener relaciones sexuales. Pero la gran mayoría (79 por ciento) si tienen discrepancias. Sin embargo, la brecha en sí no tiende a ser muy grande. Es decir, es poco común que una persona quiera todos los días y la otra 4 veces al año. Es crucial comprender esto, ya que la creencia de que estamos muy separados en los niveles de deseo puede causar mucha más angustia que las diferencias reales.
Tener un nivel más bajo de deseo no es igual a no tener deseo.
Muchas veces, las historias sobre las discrepancias que construimos en nuestras mentes, suelen ser mucho más tóxicas que las dificultades sexuales reales. Por ejemplo, si la persona con mayor deseo se crea y se cree una historia como: “ya no le gusto, no le excito. Si yo no la busco no pasa nada y siempre está cansada o tiene mil excusas. Yo soy por lejos su última prioridad. Ya he probado de todo, pero definitivamente no le interesa”, probablemente el dolor venga más desde esa historia que de los hechos.
En este caso puede ser útil el considerar que tus ganas de tener sexo todos los días son tan normales como las ganas de tu pareja de hacerlo una vez a la semana. Puedes dejar de asumir que tu pareja tiene un problema o que hay algo mal en ti.
Que tu pareja tenga menos deseo que tú, no significa que no te desee y mucho menos que tú no seas deseable. Esta especie de trabalenguas puede sonar algo paradójico o contradictorio, pero es bastante simple. Cuando no somos perseguidos, es fácil creer que no somos deseables. Y si bien pudiera darse el caso de que nuestra pareja no sienta atracción por nosotros, la gran mayoría de las veces el que no nos busquen ni nos persigan por la casa, tiene otras explicaciones. Estas pueden ir desde el estrés, la ansiedad, las normas internalizadas, el cansancio y una larga lista de etcéteras. Si tu pareja te dice que le gustas y le atraes, lo más probable es que así sea. Te recomiendo que no uses la intensidad o frecuencia con que te busca tu pareja, como la medida de tu deseabilidad.
Más deseo es menos felicidad. Esto te podría sonar a frase de polera budista, pero me refiero a otra cosa. En general, el miembro de la pareja con más deseo es el que está menos feliz. Por el contrario, los con menos conflicto y más satisfacción suelen ser aquellos con deseos similares. Por último, quienes tienen un deseo más bajo que sus parejas, se encuentran entre medio de los anteriores.
Para la persona con más deseo, la percepción de la brecha entre lo que quiere y lo que está sucediendo tiende a ser mayor. Como me dijo una mujer: “Yo siempre tengo más ganas que él y estoy cansada de sentir que estoy rogando o mendigando por sexo, me siento patética”.
Menos deseo es más poder. Con esto tampoco te estoy dando ideas para estampar en una polera (aunque suena bien). Me refiero al hecho de que, como generalmente ocurre, la persona con menos interés en el sexo, controla cuándo y cómo sucede (Schnarch, 1997). Si bien hay personas que deciden «seguir la corriente» para evitarse problemas, una dieta constante de sexo obligatorio y descafeinado puede acarrear problemas mayores.
La persona con menor deseo rara vez es consciente del poder que tiene. Por su parte, la persona con más deseo anhela tener más poder. Si esta lucha de poderes -muchas veces desapercibida- no se maneja bien, puede acarrear consecuencias desastrosas. Una forma de evitarlo, es partir por darse cuenta cuando esta dinámica está presente. Para salir del estancamiento es útil que la persona con menos deseo se dé cuenta de su poder en lugar de sentirse impotente. Esto le entrega responsabilidad, libertad y posibilidades de cambio. Con esto no me refiero a que el cambio se enfoque en desear igual que el otro, sino a tener una disposición diferente.
Las discrepancias en el deseo sexual no son lo mismo que las discrepancias en lo que buscamos en el sexo
Si bien las discrepancias del deseo son comunes, una buena noticia es que, por lo general, no hay muchas discrepancias en lo que realmente queremos. Con esto me refiero a la necesidad de conexión, placer, juego, intimidad, atención, etc. Por otro lado, el explorar diferentes maneras de encontrar todo esto (más allá del “sexo”), puede abrirnos a nuevas posibilidades y ser muy liberador.
Reconocer que somos más similares de lo que creemos nos permite dejar de ser antagónicos. En cambio, podemos ponernos en el mismo equipo para resolver un problema conjunto y reducir la angustia.
Así como el deseo, el interés por ciertas prácticas sexuales también puede ir cambiando en el tiempo. Para tener una vida sexual satisfactoria no es necesario que quieras hacer siempre lo mismo que tu pareja ni que tengan el mismo nivel de deseo. La clave es aceptar que el otro es distinto de mi, incluyendo las diferencias en lo que quiere hacer y cuantas ganas tiene de hacerlo. Desde ahí podemos abrir el espacio para coordinarnos en esas diferencias.
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