Si buscas en Internet, encontrarás cientos o miles de cuestionarios, tests o listas de autoevaluación sobre tu salud mental.
Abundan las relacionadas con depresión, ansiedad, estrés, etc. Sin embargo, hay formas más personales de evaluar tu propia salud mental.
Responder estas 4 preguntas te puede resultar de gran utilidad.
1. Pregúntate cómo es tu vida interior
Fíjate en la charla interna que escuchas constantemente. Ese diálogo interno constante durante el día y que, tal vez, algunas noches te dificulta el dormir.
¿Qué te dices a ti mismo? ¿Cómo te tratas? Descubrir tu vida interior es una prueba de fuego muy eficaz -aunque no fácil- para evaluar tu salud mental.
Requiere una habilidad muy importante y que todos podemos cultivar: La Metaconciencia. Esto significa no solo la capacidad de ser consciente de sí mismo, sino la capacidad de notar qué, cómo y por qué estás pensando de cierta manera.
Requiere la capacidad de SALIR de la charla interior y tener una perspectiva externa. Una forma relativamente sencilla de hacerlo es diciéndote mentalmente: “me estoy dando cuenta de que estoy pensando que…”.
2. Pregúntale a un ser querido: «¿Qué es lo que te preocupa de mí?»
Hay un mito que impregna nuestra cultura posmoderna de que «tenemos que hacerlo todo por nuestra cuenta».
La verdad es que “se necesitan dos para conocer uno”. Por lo tanto, puede ser de gran utilidad el preguntarle a alguien en quien confías:
«¿Qué es lo que más te preocupa de mí?» Primero, la persona podría sorprenderse y puede que para ti no sea fácil preguntar algo así. De todas formas te invito a abrirte a lo que los otros tengan que decir, por qué sus respuestas serán reveladoras. A menudo, otros pueden ver lo que nosotros no vemos o no queremos admitir.
No busques dar explicaciones o justificarte. Simplemente, escucha.
Si no tienes a nadie a quien preguntarle algo así, puede que te estés perdiendo la posibilidad de tener una conexión auténtica con otro ser humano. Nuestra salud mental está en gran parte determinada por nuestra “salud social”. Por lo tanto, sería recomendable que comenzaras por hacer lo necesario para establecer ese tipo de vínculos.
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3. Evalúa cómo descansas
¿Puedes dormir? ¿Relajarte sin el uso de sustancias?
¿Puedes apagar tu mente cuando lo necesitas? Con este último punto no me refiero a dejar la mente en blanco, ya que si lograras dejarla en blanco estarías pensando que la has dejado en blanco, por lo tanto no estaría en blanco. Esto se relaciona más bien con lograr estar presente, siendo y sintiendo el aquí y ahora, más que pensando, pensando y pensando…
Muchas veces descuidamos o subestimamos el sueño. Y este ayuda no solo a tu estado de ánimo, sino también a tu capacidad cognitiva y de aprendizaje. Sin mencionar el impacto en tu sistema inmunitario y los niveles de testosterona, entre otras cosas.
Dormir no es una pérdida de tiempo. No desperdicies tu vida privándote del sueño.
4. Evalúa cómo funcionas en el día a día
Muchos profesionales de la salud mental se centran en la capacidad de las personas para funcionar y hacer lo que «tienen» que hacer como un factor clave.
Esto es muy importante. Sin embargo, la mayoría de las personas que sufren por dentro y en silencio pueden funcionar aparentemente bien. A veces, se entregan al trabajo y sobrevaloran la capacidad de trabajar muy duro como una señal de que están bien. Esto puede conducir a un agotamiento extremo y/o síntomas de alta irritabilidad y fatiga crónica.
Si te ha sido difícil responder las preguntas anteriores o no has podido hacerlo, podría ser de utilidad el buscar ayuda en alguien externo. Tal vez alguien de tu familia, tu pareja, tus amigos o apoyarte en un profesional.