Atacar o escapar son respuestas primitivas y automáticas que se remontan hace miles de años, a la época de las cavernas. Estas conductas son estrategias de protección frente a situaciones que percibimos como amenazantes o peligrosas.
Por ejemplo, cuando aparece un león mientras recolectamos alimentos. Pero, en pleno siglo 21, ¿Cuántas veces nos enfrentamos a un león mientas recolectamos alimentos?
La respuesta de atacar o escapar sigue estando presente en nuestras vidas, aunque no nos enfrentemos a diario con animales salvajes. Esta respuesta se activa cada vez que experimentamos una amenaza, peligro o estrés percibido. Por lo tanto, ahora el animal salvaje podría ser tu pareja, tu jefe o la persona que camina detrás de ti en la calle.
¿Qué pasa en las relaciones de pareja?
En las relaciones de pareja, hay muchas situaciones que podemos percibir como peligrosas o amenazantes. Por ejemplo, cuando sentimos miedo de perder a la otra persona o, incluso, de perdernos a nosotros mismos.
Muchas veces, cuando nos sentimos rechazados y tememos la pérdida del otro, luchamos para que eso no ocurra. Hay veces que nos ponemos a la defensiva o culpamos, atacamos y nos alejamos. Algo parecido puede ocurrir cuando nos sentimos absorbidos y tememos perdernos al ser controlados por otro, podemos huir (o escapar) a través de la resistencia o el retraimiento, o atacando para proteger nuestra individualidad.
Así como nuestros antepasados lucharon o escaparon del peligro físico, nosotros luchamos y escapamos del peligro emocional. El problema es que, mientras que luchar o huir es apropiado ante el peligro físico, este mismo comportamiento ante el miedo emocional, puede generar profundos problemas en las relaciones.
Cuando respondemos automáticamente frente al miedo, atacando o escapando, nos comportamos de la misma manera que, por lo general, crea miedo en el otro. Por lo tanto, alimentamos un círculo vicioso de lucha y huida.
Fuera del contexto de relaciones donde existe violencia física o psicológica, estas reacciones inconscientes y automáticas ante el peligro emocional ya no son necesarias para nuestra supervivencia. Entonces, puede que nos resulte más útil el dejar en el pasado las conductas de atacar y escapar. Y reemplazarlas por acciones de amor hacia nosotros mismos y hacia los demás.
Esto puede sonar muy bonito, pero ¿cómo lo hacemos? Aquí hay algunas sugerencias:
1-Comienza a prestar atención a tus sentimientos y a las sensaciones físicas en tu cuerpo que te permiten saber cuándo estás sintiendo miedo o ansiedad.
2-Detente, respira y observa cuando sientas miedo o ansiedad ante un conflicto, o ante el comportamiento de atacar o escapar de tu pareja o de otra persona. Esa pausa es útil para tomar una decisión consciente sobre como quieres responder, en lugar de usar el piloto automático y simplemente reaccionar.
3-Haz algo distinto para ver resultados diferentes. Esto implica llevar el amor a la acción.
Ejemplos de acción amorosa son:
-Moverse hacia la compasión por la otra persona, reconociendo que él o ella no atacaría o escaparía si no tuviese miedo. Preguntarle a la otra persona, desde un profundo deseo de aprender, a qué le teme e intentar comprender juntos la situación. Esto no es buscar culpables o apuntar con el dedo.
-Preguntarle si hay algo que tú puedas hacer por ella o él en ese momento.
-Si la otra persona todavía no está abierta a una conversación tranquila y a la exploración del conflicto, es importante respetar eso y darle su tiempo. Por ejemplo, podrías decirle, «no quiero pelear contigo. Voy a ir a dar una vuelta e intentemos hablar de esto más tarde».
Por último, se necesita práctica consciente para dejar de repetir reacciones automáticas como las de atacar o escapar. No esperes ser una especie de Dalai Lama de la noche a la mañana. Pero haz la prueba y ve por ti mism@, sí vale la pena el esfuerzo.
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