Conocer a los amigos siempre es un gran paso.
Más allá del «dime con quién andas y te diré quién eres», ser «visibilizada» es ser reconocida y de cierta forma, el compromiso crece. Pero, además es una excelente forma de saber más del sujeto en cuestión.
Conocer a los amigos, verlo interactuar con el resto, las tallas que le tiran y cómo se porta con sus amistades dice mucho.
Especialmente, dicen mucho sus amigas. Quizás le caigo bien a alguna y me cuenta cómo era la ex —y me dice que me prefiere mil veces a mí, por supuesto— y averiguo qué fue lo que ella hizo mal y que yo no voy a repetir y nos vamos a casar y vamos a ser eternamente felices. ¿Se entiende? Con una junta con sus amigos, puedo ver también cómo es la dinámica entre ellos. Puedo ver si alguna lo mira con ojos largos, y mientras se aliñan las ensaladas, tratar de que me adopten, que le laven el cerebro y lo convenzan a que me ame eternamente.
Pero, una cosa es lo que se espera, y otra lo que pasa. De los invitados, dos llegaron solos, porque no sabían que era con pareja. El que llevó a la esposa, parecía estar castigada y le preguntó, apenas llegaron, por qué no aprovechaban después de irse al cine u otra parte. Oye, me esmeré, corté yo misma la cebolla para el pebre, busqué ensaladas orgánicas, no compré las de bolsa que vienen listas… ¡Me produje! Les compré todo lo que pillé, ordené todo y ok, hace frío, pero ¿qué iba a saber yo que ibas a venir con mini? No, asado significa jeans y parka y botas… pero parece que ese informativo no le llegó a este grupo.
Al final, me instalé a tomar vino mientras ellos se acordaban de gente que no estaba, se reían de tallas que no entendí, y nadie me dijo que era la hermana perdida que siempre había querido tener. Una absoluta estafa.
Y lo peor, limpiar todo, con caña, sola.