Tengo muy claro que no hay que enamorarse en el trabajo. Nunca. También tengo muy claro que está mal ser pastel, que no es correcto ser la oveja negra de la familia: sé bien que para mi tribu personal, debería tener una cuatro por cuatro llena de hijos y vivir en un condominio en Chicureo y estar preocupada de mi huerta orgánica. En cambio, me subo al Metro cuando quiero jugar a que estoy en Nueva York, soy un fracaso como ciclista, y mi auto tiene más olor a promo dos por uno que a cualquier otra cosa.
Lo que quiero decir es: mi cabeza entiende todo, perfectamente. Pero, cuando uno está trabajando, y hay horas muertas, y estás esperando ese correo que nunca llega, y ya sicopateaste a todos los que conoces por Facebook, y ya fumaste hasta con esa persona que te cae mal, y el tiempo está detenido… cruzar y descruzar las piernas en actitudes very Sharon Stone y pasearse entrando la guata es el único pasatiempo disponible.
Sobre todo, después del fracaso de las dos citas con el hombre que tincaba bien, pero que le hice un numerito a la segunda cita. Loca de mierda, debe ser mi nombre como contacto en su celular.
Así las cosas, salí a cazar por los pasillos, más que nada para no sentirme inútil. Si a una le pagan por trabajar, especifiquen bien que no se debe trabajar las habilidades blandas de la seducción. The cumest. Lo sé. Y entre tanto espejo y reflejo me encontré con un chiquillo que está claro debe ser menor que yo –quién no, por supuesto- y que debe haber llegado hace poco.
Pasé por su escritorio tres veces y media –media, porque me seudoarrepentí y me di la vuelta por el del lado- y descubrí que:
- No hay foto de esposa/polola en el escritorio.
- No hay manualidad de posible hijo
- Su tazón no tiene foto de guagua ni dice “el mejor pololo” (¡Monos!)
- Tiene un casco grande, casi Daft Punk, así que o corre el Dakar o ama su cabeza y la cuida en otra onda.
Siendo impopular como soy, nadie me saludó en mis paseos. Y como soy estúpida, me acerqué y le pregunté, con mi mejor voz, “¿dónde está el baño?” Aldunate, por la cresta, respétate, pensé automáticamente, ¿qué crees que es esto, la disco de la playa?
El sujeto levantó sus pestañas tupidas y me miró con risa. O tiene humor, o ya debería tener vergüenza antes de conocerlo. Sentí cómo me ponía roja y me toqué las manos con histeria evidente.
- ¿Consuelo, te llamas? El baño está ahí, al lado de tu oficina…
¿Quiere eso decir que me ubica y me tiene fichada? ¿Me está stalkeando de vuelta?
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