El domingo, decidí desaparecer de la vida por un rato. Esto de estar siempre disponible, con la hora de la última de conexión ahí, a la vista de todos…. Me parece innecesario. Estar TAAAAN disponible es poco sexy leí el otro día y decidí ponerlo en práctica.
Además que, digámoslo, después del numerito del matrimonio donde fui a desordenar las cosas, tampoco había una fila de sujetos esperando invitarme a salir. Karma is a bitch, y al parecer, ser asociada con turbiedad, errores, exceso de alcohol y matrimonios que deciden no seguir después de un mini escándalo en la fiesta… no es muy bien visto. No te pone en el tope de la lista de mujeres para invitar a salir y cambiar la soltería por una relación profunda y comprometida.
Después del matrimonio, conversé con Mauricio hasta que me quedé dormida. Le di una lata sobre todo lo que pienso y opino y el pobre, que había subido a mi departamento con la intención que lo escuchara a él y sus problemas de hombre recién separado, tuvo que escuchar. Incluso, y me muero de la lata de sólo pensarlo, le tocó afirmarme el pelo en un momento poco decoroso y después, lavó hasta las copas antes de irse mientras yo dormía en mi cama. Me desperté, con un dolor de cabeza de esos del terror, y sin acordarme de mucho. De a poco fui armando la historia en este pedazo de roca que llamo cabeza y zas, Mauricio. Ay, no, le tocó ver lo peor de mi… ¿y si me robó algo? ¿Cómo alguien en esta época va a ser tan amable y desinteresado? No me calza, no más. Ay, Aldunate, no porque tú conozcas a puros canallas todos van a ser iguales, me alegué, y tuve que reconocer que la noche quedaba en el top ten de las peores que he vivido. Démoslo por superado, dije yo, quememos el vestido a ver si me exorcizo, cambiémonos de ciudad, de nombre, y vamos de nuevo hacia adelante.
Sigo viviendo donde mismo y me llamo igual, pero mi teléfono ha estado extrañamente callado. Así que el domingo 14, opté por un retiro espiritual. Apagué el celular y encendí Netflix. Comí sólo mugres deliciosas, y saqué pañuelitos para llorar, pero algo me pasa, porque ya no le creo a las películas. Pensé en ordenar mi closet, pero todos los vestidos que me encontré me recordaban a alguna cita turbia o un mal comportamiento. ¿Cómo pasó esto? Tipo 4 de la tarde, cuando estaba con la pinza de cejas y la crema hidratante de pie muy puesta con calcetines hidratantes, sonó el citófono. Por la cresta, que se atrasó la comida china, alegué, pisando con los talones, ya bien enojada. Contesté y no me habló nadie.
Volví a instalarme y sonó la puerta. Agarré mi tarjeta, para pagar este banquete para seis -me dio vergüenza pedir poco, no se fuera a notar que estaba sola- y al abrir, feliz día de San calentín y lamentos varios. Mauricio, medio borracho, afirmado en mi puerta.
Fantástico, me convertí en la mujer que ellos van a ver cuando se pasan de copas.
Pasa, sin pedir ni permiso, y yo me reviso mentalmente y debo ser la mujer que peor se ve hoy, en el mundo entero.
–Tanto tiempo… podrías haber llamado -le digo, pensando en instalar un alcotest en la puerta de mi departamento.
–Podrías haberme dado tu teléfono- dice él, mientras mira el desastre donde vivo. Paquetes de galleta, chocolate, y demases, por todos lados.
– Podrías… -ay, ganó, no tengo nada que responderle- ¿Y ese olor? ¿Te caíste a una piscina de ron?
–Jaja. Es un derecho que tienen los separados. Tu primer San Valentín puedes tomar lo que quieras y no es mal visto…
Me hace reír. Pero está separado… y en un estado que si me acerco, me pueden denunciar por abusar de alguien inconsciente. Nos sentamos en el sillón, nos miramos, y él me dice «tu ex no se casó. Mi ex esposa sale con uno de mis amigos. Gané«. Me da pena. Tomo mi celular y le digo que lo voy a llamar, para que guarde mi número. Suena el citófono y esta vez, es la comida china. Automáticamente empieza a sacar platos y servicio y pienso lo bien educado que lo dejó la ex.
Ponemos la mesa, y él va al baño, a lavarse las manos. ya que tengo el celu en la mano, reviso mis mensajes, y nada. Nos sentamos a comer, lo estoy empezando a mirar con el mismo interés que a esa empanadita de camarones… y el momento se interrumpe. Suena mi celular. Lo miro, antes de contestar, y los dos vemos lo mismo, al mismo tiempo: el ex, llamando.