La híper-sexualización o sobre-erotización se relaciona con dar un carácter sexual a un comportamiento o producto que no lo posee en si mismo.
El valor de la persona se limita a su atractivo o comportamiento sexual con exclusión de todas las demás características. Niños, niñas y adolescentes pasan a ser objetos y sujetos de consumo.
La imagen, el cuerpo y la ropa, pasa a ser lo más –por no decir lo único- importante, cultivando a la par un vacío interior que tarde o temprano pasa la cuenta.
Existe una visión instrumental de la persona como objeto sexual, siendo valorada en función de su atractivo personal. Se asocia a la imposición de una sexualidad adulta a los niños, sobre todo a las niñas, que no están preparadas ni psicológica ni físicamente para esto.
Se manifiesta en: tener poses, actitudes o hacer bailes seductores. Usar maquillaje o productos de belleza que las hacen verse como adultas. Vestirse con ropa “sexy” o de adultos, por ejemplo, niñas con minis, petos, sostenes, tangas, etc. Mostrar gran interés en temas relacionados a la sexualidad, pololeo, tener pareja, etc.
¿Qué podemos hacer?
1-Comprender la diferencia entre ser sexualizado y expresar una sexualidad saludable
Somos seres sexuados desde el día en que nacemos hasta el último día de nuestras vidas. La expresión de la sexualidad se manifiesta de distintas maneras. En l@s niñ@s por ejemplo, generalmente se presenta en como juego y se caracteriza por la exploración y la curiosidad. Más grandes pueden comenzar a tener sus primeros “pololeos” y vivencias eróticas.
Cualquier forma en la que se exprese, adecuándose al contexto, siempre que no implique coacción, así como tampoco daño o peligro de ningún tipo, es una parte normal del desarrollo y algo necesario en el camino hacia la adultez.
Según un informe de la Asociación Estadounidense de Psicología «la sexualización tiene efectos negativos en una variedad de dominios, incluido el funcionamiento cognitivo, la salud física y mental, la sexualidad y las actitudes y creencias».
El informe enfatizó que la sexualidad saludable, es un aspecto importante de nuestra salud física y mental, que implica el respeto, el consentimiento y fomenta la intimidad, la unión y el placer compartido.
Por lo tanto, es fundamental determinar las circunstancias en torno a la expresión sexual de niñas, niños y adolescentes. Estar atentos a si están siendo víctimas de la sexualización es clave.
Algunas preguntas útiles son:
¿Está explorando su sexualidad sol@ o con alguien de edad similar? ¿Están simplemente buscando conocimiento? ¿Son libres e independientes en lo que hacen? ¿Son conductas apropiadas para la edad?
Si respondes que sí, entonces se podría tratar de una parte normal de su desarrollo sexual.
2-Aumentar la conciencia sobre este problema es un paso fundamental para desafiar y desmantelar su importante poder
Muchas veces el marketing usa la “adultificación” de las niñas y la “juventud” de las mujeres adultas, para vender de todo, desde juguetes, cremas, ropa, música y películas. Podemos comenzar por plantear esta problemática con nuestro circulo cercano, por ejemplo, con nuestros familiares, amistades y co-apoderados.
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3-No tapar el sol con el dedo y predicar con el ejemplo
Es esencial que nos ocupemos de los estímulos a los que están expuestos nuestr@s niñ@s y adolescentes. Filtrar y poner límites en la medida de lo posible, así como generar conversaciones y diálogos cotidianos, que fomenten una mirada crítica; ya que no siempre podremos estar ahí y tampoco podemos tapar el sol con un dedo.
Invitarlos a la reflexión respecto a dar demasiada importancia a los aspectos físicos de las personas. Potenciar actividades donde se ponga énfasis a talentos, gustos o habilidades que vayan más allá de la apariencia física. Ser claro en los límites relativos a que cosas son de adultos y cuales son de niños. Por último, pero no menos importante; predicar con el ejemplo ya que lo que hacemos suena más fuerte que lo que decimos.
4-Evitar el contribuir a la sexualización.
Dado que vivimos en un mundo que está tan acostumbrado a sexualizar, puede ser muy fácil el contribuir inadvertidamente en este problema.
Una de las formas más habituales es hacer hincapié en la importancia de la apariencia, sobre todo en las niñas, por encima de todo.
Podemos ayudar a l@s niñ@s y adolescentes a desarrollar su identidad sin centrarse exclusivamente en su apariencia. Por ejemplo, elogiando sus logros, inquietudes e intereses personales, en lugar de limitarnos a su apariencia.