Por Paula Hormazábal, psicóloga clínica especialista en psicoterapia femenina y temáticas de género.
La inmadurez emocional surge desde la falta de responsabilidad de nuestros sentimientos. Por consiguiente, nos separamos de nuestro poder personal generando un vacío que llenamos viviendo la vida de otros, a través de vínculos dependientes.
Esta manera de actuar nos aleja del sentido de vida, nos impide conocernos, aceptarnos, tanto en nuestras partes de luz como de sombras. El no desarrollarnos y crecer emocionalmente, nos incapacita para establecer relaciones sanas, nos priva de la posibilidad de amar y de recibir amor en autenticidad. Por lo que vivimos asustados, deprimidos, ansiosos (en un constante andar a la defensiva), opera la culpa, dependemos de los refuerzos externos y de recompensas funcionales.
¿Cómo se refleja la inmadurez emocional?
El control
Es una herramienta que se activa en momentos que nuestra integridad se ve desafiada, por tanto, nos obliga a mantener la «normalidad» y lo conocido para sentirnos seguros. Esto se traduce en comportamientos tales como: manejar información que nos de poder sobre cualquier situación o persona, intentar agradar a los demás y así no ser cuestionado.
En ocasiones el control sirve para ejercer algún tipo de chantaje emocional hacia alguna relación o vínculo, así como también el dar apoyo excesivo a personas de nuestro entorno sin que ellos lo pidan. A través del control se genera un ambiente de sumisión, produciendo dependencia en las relaciones. Algunas veces es utilizado para no expresar lo que verdaderamente sentimos.
Usar este mecanismo nos va transformando sutilmente en personas rígidas, autoritarias, déspotas y va disminuyendo lentamente nuestra empatía. El control puede transformarse en obsesión, y cuando esto ocurre es casi imposible salir de él sin la ayuda de un especialista.
La desconfianza en ti, una profunda herida a la autoestima
La desconfianza nos hace sentir que no somos suficientes o adecuados, nos separa del presente, de nuestra capacidad, nos hace olvidar el potencial del cual todos somos dueños. Cuando no tenemos seguridad de algo o alguien, no es más que la proyección de la desconfianza que tenemos hacia nosotros mismos. Esta creencia nos produce miedo, tristeza, angustia, nos sentimos solos e incompletos.
La autosuficiencia
Nace de un ego engrandecido y estimulado por profundos sentimientos de falta de confianza y amor propio. Resulta una forma de defendernos y actuar bajo la coraza de la confrontación. De alguna forma nos sostiene cuando tratamos de evitar el dolor emocional, la culpa y la vergüenza que se genera cuando no nos sentimos aceptados y amados tal como somos. A través de la autosuficiencia bloqueamos y evadimos lo que tenemos que sanar y trabajar internamente.
El perfeccionismo
Se origina como una respuesta para no ser avergonzados o controlados. Por consiguiente, nos esforzamos por cumplir más allá de nuestros límites y así evitar todo tipo comentarios o juicios que nos resultan aversivos a nuestra autoestima.
En el perfeccionismo, el error o la equivocación no tiene cabida y produce un profundo sufrimiento. En ocasiones es sublimado a través del dolor físico (autolesiones, trastornos alimentarios, entre otras conductas dirigidas al castigo).
La comparación
Cuando éramos niños más de una vez nos compararon con nuestros pares, hermanos, primos, compañeros de colegio de modo de «enseñarnos a que debíamos mejorar». Lo que seguramente esto causó una herida en nuestra valía personal.
Dentro de esa herida, sin duda aparece la necesidad de competir con los demás y de no apreciarnos. Cuando no logramos lo que otros quieren de nosotros, nace la derrota que es el germen de la envidia e incubamos el deseo malsano de ser otra persona.
Manipulación
Consiste en hacer confusión entre lo que decimos, pensamos y finalmente hacemos. En la manipulación no existe la confianza, ni en nosotros mismos ni mucho menos en otro, no se admiten los errores y actúa desde la culpa.
La manipulación se ejerce desde actitudes tales como: la ausencia o el silencio, la dramatización de situaciones, las agresiones físicas o psicológicas, las amenazas, la seducción engañosa y las expectativas. Al manipular se trata de obtener lo que necesitamos de los demás por miedo a perder su aprobación o dejar de tener el control.
Para trabajar la madurez emocional, primero debemos validar nuestros sentimientos. Aprender a reconocer y expresar nuestras emociones, aceptar nuestra vulnerabilidad como una aliada para aprender de ella y crecer. En esta búsqueda del desarrollo y el fortalecimiento de quienes somos, procuremos satisfacer nuestras necesidades básicas emocionales. Tales como tener un espacio seguro donde expresarnos, ser comprendidos y amados.
Y tú, ¿sufres inmadurez emocional?