No me contesta hace dos horas y estuvo en línea. De seguro ya no me quiere, o tiene algo mejor que hacer. Quizás no soy tan interesante. Quizás está con alguien más. ¡Ay no! ¿Y si hay alguien más? A ver, veamos si subió algo a su historia…
Sí, la quiero ver, pero ya llevamos dos días seguidos haciendo panoramas. ¡No puedo hacer absolutamente nada para mí! La amo, pero esto es demasiado. Le diré que no podemos juntarnos mañana, no puedo perder mi vida por una relación. No, no sé. ¿Qué siento? Da igual, no importan las emociones. Ojalá no me pelee, siempre quiere hablarlo todo y me fastidia.
¿Te sentiste identificado con alguno de estos párrafos? ¿Alguna vez has sido «la intensa«? ¿O quizás, el «frío«? ¿Pudiste reconocer algún rasgo que se te haga familiar, quizás incluso, en tu pareja?
Lo que acabas de atestiguar son dos testimonios propios de los apegos inseguros en una relación. Es decir, distintos estilos que definen la forma en que percibimos a nuestra pareja y las reacciones que tenemos frente a distintos sucesos en nuestro vínculo amoroso.
¿De dónde provienen? Aunque no lo creas, el apego surge desde uno de los primeros recuerdos que tu cabeza posee del amor: la relación con tus padres.
¡Tu crianza mujer! Así es. La forma en que tus adultos responsables te trataron durante tu niñez puede influir tremendamente en la persona que eres como pareja. Si quieres descifrar si tienes un apego seguro o debes trabajar ciertas heridas de la infancia, sigue leyendo. Que aquí te traemos todo, todo, todo.
Qué es el apego y cómo influye en nuestra percepción del amor
Aunque no pareciera, el cuidado que una persona recibe a lo largo de su infancia juega un rol tremendo en cómo percibe al mundo al crecer. Es tanto así, que distintos científicos alrededor del mundo (Harry Harlow, John Bowlby, Mary Ainsworth, etc), se han encargado de estudiar los efectos de la negligencia en la infancia. Descubriendo así, que un niño ignorado y evitado tiende a percibir el mundo de una forma completamente opuesta en relación a uno que creció con un apoyo emocional estable y seguro.
Tras conocerse una serie de estudios de sus compañeros, la psicóloga canadiense, Mary Ainsworth, escribió lo que se llama la «Teoría del Apego«. Una teoría que, en resumidas cuentas, explica cómo la conducta de los padres durante la niñez se refleja en los comportamientos del hijo/a en sus relaciones amorosas al ser adulto.
Pero antes de partir tratando de entender cómo ocurre esto, es importante que definamos qué es el apego.
Un artículo publicado por la psicóloga María Eugenia Moneta señala que: «El apego es la primera relación del recién nacido con su madre o con un cuidador principal que se supone es constante y receptivo a las señales del pequeño o el niño de pocos años».
Así mismo, indica que el apego no es algo que termina con la infancia. Al contrario: forma la base con la que la persona percibe al resto del mundo y las personas con las que se relaciona. Por lo mismo, no solo jugará un rol central en el minuto en que esta persona decida enrollarse en un vínculo amoroso, sino también, el resto de su vida.
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Apego seguro e inseguro: cómo identificarlos
Ya entendimos: la forma en que te criaron se refleja en cómo serás como pareja. ¿Pero como lo identifico?
Bueno, si te caracterizas por ser una persona empática, eres capaz de establecer límites sanos en tu relación, y tiendes a crear vínculos estables y significativos, lo más probable es que tengas un estilo de apego seguro. No temes estar solo, pero tampoco ves al otro como tu «media naranja». Eres la naranja completa, y quien sea que esté contigo, también. No se completan, se complementan. ¡Estrellita para ti!
Esto significa que, al crecer, tus padres supieron sintonizar con tus emociones. Y no, no nos referimos a que te impulsaron a no llorar para que seas feliz y porque llorar era malo (de hecho, eso crea un apego inseguro evitativo), sino que te dejaron vivir tus sentimientos con compasión, pero te enseñaron a avanzar.
Si tiendes a sobrepensar cosas con facilidad, insegurizarte respecto al amor que siente tu pareja por ti ante detalles mínimos, quieres tener las cosas bajo control lo más que puedas, o si simplemente te identificaste con el primer párrafo de esta nota, es casi seguro que tienes un estilo de apego inseguro ansioso.
Pero ey, no sobrepienses esta vez. Esto no es necesariamente algo malo, solo significa que durante tu niñez estuviste expuesto a una contención inconsistente. Es decir, que no siempre estaba ahí una figura para escucharte con amor, sino que algunas veces sí, y otras veces, nada en absoluto. Eso tiende a crear una percepción en el adulto de que, ante cualquier mínimo cambio de parte de la persona con la que comparte un vínculo, esta puede estar sintiendo un rechazo que es, en realidad, inexistente en la mayor parte de los casos.
Finalmente, si eres una persona que no sabe identificar bien lo que siente en momentos de mayor dificultad, no te gusta hablar de tus emociones porque te disgusta la vulnerabilidad, te asusta la idea de un compromiso o si sientes que una relación te quita una independencia que para ti es «sagrada», puede que seas el caso de los que tienen apego inseguro evitativo.
Estas personas representan una infancia en donde, por lo general, fueron ignorados. Pero no tiene que ser explícito: puede ser que las emociones hayan sido ignoradas. ¿Han escuchado el ‘no llores, que eso te quita lo valiente‘? ¿O el clásico «déjalo llorar, quizás así se calle«? Exacto. Ahora tenemos un adulto que no quiere relaciones con una profundidad emocional de verdad porque creen que los sentimientos son algo negativo o peligroso.
Pero no te preocupes. Cualquiera de los estilos de apego más inseguros pueden solucionarse a través de mecanismos como la terapia psicológica. Recuerda, el primer paso no solo es identificar patrones en uno mismo, sino en querer trabajarlos. Así, no solo seremos mejores nosotros. Nos convertiremos en mejores parejas, e incluso, mejores padres. ¡Vamos por ello!