Por Paula Hormazábal, psicóloga clínica especialista en psicoterapia femenina y temáticas de género.
Las obsesiones son fijaciones en nuestra mente que son producidas por algún tipo de estímulo emocional. Es decir, nos apegamos a lo que emocionalmente nos produce alguna persona.
Pero, ¿qué pasa cuando las relaciones se convierten en una obsesión?
Las obsesiones o pensamientos obsesivos generan un circuito cerrado de ideas, sentimientos y emociones que nos anclan al dolor emocional. A la vez que paralizan las acciones que podemos tomar para salir de este círculo constante de desequilibrio emocional.
La mayoría de los pensamientos obsesivos traen consigo sentimientos de culpa, vergüenza, autocastigo, fuertes sensaciones de angustia y resentimiento. En el caso de las relaciones, estos sentimientos se trasladan a la persona que es objeto de la obsesión. Lo peligroso de estos pensamientos es que nos acompañan en todo momento, por lo que no logramos tomar decisiones que puedan ayudarnos a tener un respiro.
La obsesión contamina los verdaderos sentimientos, atrapándonos peligrosamente en estados de depresión o ansiedad.
¿Cómo actúa la obsesión en el amor?
La obsesión es la dependencia emocional. Opera como un mecanismo de control en que las personas se transforman en objetos de obsesión, en un pensamiento automático, repetitivo que nos paraliza y nos deja sin contacto con la amplitud de la realidad. Quedamos de cierta manera enganchados sólo a una parte de nuestra vida (en este caso la relación de pareja), impidiendo entonces que podamos focalizar nuestra atención hacia otras cosas.
En las relaciones concretamente se manifiesta con la falta de aceptación de hechos que son aversivos para la autoestima y que negamos constantemente. Así como también seguir “enganchado” en el vínculo, ya que tratamos de volver a la relación de manera adictiva, aunque sepamos que es muy probable que vivamos lo mismo.
Esto ocurre porque lo que nos une a ese sentimiento, son una serie de pensamientos repetitivos, dramáticos y dañinos. Estos nos hacen perder la consciencia de quiénes somos y nos hace seguir enfocados en que la relación debe funcionar una y otra vez con los mismos elementos tóxicos.
Los problemas que generan estos pensamientos
Las relaciones de pareja que se convierten en una obsesión, provocan modificaciones en el funcionamiento del cerebro a nivel cognitivo. Es aquí donde aparecen algunos síntomas tales como la disonancia cognitiva. Algo que no es más que el autoengaño en el que necesitamos constantemente ajustar nuestras ideas, pensamientos y creencias para lograr coherencia entre el sentir, pensar y actuar. Aún cuando sabemos que aquello no es real.
Otro aspecto importante de este tipo de relaciones, es que generan síntomas a nivel corporal, que se traducen en malestar generalizado. Estas pueden terminar en episodios de mucho estrés, algunos de ellos son: duda constante y preocupación hacia otro , temor a dejar atrás el pasado, miedo a iniciar algo nuevo o al fracaso por considerar que se va a repetir la historia. Se suma el agotamiento mental y físico, confusión de eventos en tiempo o falta de recuerdo en situaciones, necesidad de controlar y trastornos en la alimentación.
¿Cómo recuperarnos de una relación obsesiva?
Para la recuperación de una relación obsesiva, es necesario el reconocimiento de todas aquellas emociones y sentimientos que se transforman en un autosabotaje. Con el fin de iniciar un proceso de sanación emocional. También darnos el tiempo para tomar distancia de la relación para observar cómo nos sentimos fuera de ella y poder evaluar si queremos o podemos continuar.
Recuerda que los costos de sostener vínculos que nos dañan es altísimo para nuestra salud mental y física. Muchas veces es mejor elaborar el duelo de una ruptura que reparar los daños que nos puede dejar vivir en una obsesión por mucho tiempo.
Recuerda que crear una realidad nueva siempre es posible y que depende de ti elegir la vida que mereces.
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