La falta de sol, la alimentación, y las enfermedades típicas de la temporada son algunas de las razones.
Durante el invierno, al caer la noche antes, nuestro cerebro adelanta la producción de melatonina, una hormona que actúa de forma opuesta a la seretonina, es decir, reduciendo el apetito sexual.
Cabe señalar que igual depende de la fisiología de la persona.
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También, los síntomas del resfriado o de una gripe se apoderan de la gente y con ello se esfuman las ganas de mantener relaciones sexuales.
Y por último hay que sumar que las comidas suelen ser más abundantes y pesadas, lo que afectaría el rendimiento sexual.