Por Paula Hormazábal, psicóloga clínica especialista en psicoterapia femenina y temáticas de género.
Le tememos a la muerte, porque es algo que no conocemos, sólo sabemos que la persona que amamos ya no está y que es algo irreversible. Cuando se pierde a alguien que tiene un significado importante en nuestra vida, comenzamos un proceso en el cual transitamos por distintas emociones y etapas.
¿Qué es el duelo y cuáles son sus etapas?
Es muy importante distinguirlas, así como también comprender las definiciones que se le han dado a cada una de ellas. Esto para poder abordarlas, sin miedo a lo que cada una nos genera internamente.
Primero tenemos el duelo, que surge como respuesta emocional a una situación de pérdida por causa de la muerte de un ser amado. En este proceso como mencionaba anteriormente, es natural pasar por distintos estados emocionales, que de alguna manera sirven para expresar lo que estamos sintiendo. Así como también recordar a la persona amada mediante el relato sentido de experiencias con él o con ella.
Por su parte el luto representa la etapa de adaptación a la vida luego de que la persona ya no está. Este proceso se vive distinto de acuerdo con las creencias y tradiciones socioculturales en las que estaba inserta la persona. Para ayudarnos en esta etapa del proceso podemos ritualizar con aquello que era de la persona. Sus cosas, su ropa, su espacio, de modo de dar una despedida a lo que era cuando la persona estaba presente y de ese modo hacer espacio para vivir el luto.
La tristeza o el pesar en el proceso de pérdida, es el estado completo en el que nos sumergimos, y queda en nosotros por un tiempo aún cuando las etapas anteriores ya hayan sido subsanadas. Al ser parte del duelo aquí se encuentran todas las emociones, sentimientos, pensamientos e incluso somatizaciones respecto del estado afectivo o nivel de relación que se tenía con la persona. Es decir, la intensidad de las reacciones que se pueden experimentar en esta etapa estará mediada por la profundidad del vínculo que se tenía con quién partió.
En este sentido podemos describir como parte del duelo y la pérdida de un ser querido:
1-Sentimientos
Estos incluyen profunda tristeza, rabia, culpa, desesperanza, ansiedad, impotencia, soledad, alivio. Se está predispuesto al llanto ante cualquier estímulo que gatille la experiencia o muchas veces también puede ocuparse el llanto como desahogo.
2-Sensaciones o somatización
En un proceso de duelo los niveles de angustia y ansiedad pueden ser altos. Por tanto, no es raro que sintamos en el cuerpo; opresión en el pecho o nudo en la garganta, náuseas, problemas para comer, parálisis o entumecimiento físico, dolor y tensión muscular.
3-Conductas erráticas
En este punto se pueden tener descuidos, olvidos, actuar de manera que nunca se ha hecho. Pueden volverse más irritable o agresiva, tener problemas para dormir y estar en un estado de hipervigilancia.
El dolor que provoca la muerte de un ser querido, vulnera las bases de la vida, por tanto nos hace cuestionar nuestras creencias espirituales y nos vuelve rebeldes frente a la fe. Algunos estudios afirman que la idea de que no volver a ver a alguien es lo que cuesta más superar e influye el cómo pasó y la causa por ejemplo. Si la pérdida es repentina, el cuestionamiento es más fuerte y la necesidad de respuestas en este ámbito nos lleva a tener incluso crisis existenciales.
Comprender que cada proceso de duelo es único, personal y no cuestionable es lo primero que debemos respetar. En este sentido algunas personas sienten el duelo de una vez y durante un tiempo, otros en cambio lo hacen de manera cíclica, que no necesariamente es más larga, sino que, de acuerdo con las fechas importantes, eventos o lugares que le recuerden a la persona que ya no está. Lo imprescindible es contar con el apoyo y la comprensión de quienes acompañan a una persona en duelo y faciliten; el aceptar la pérdida, lidiar con el dolor y la tristeza, acompañar en el proceso de adaptación a la vida sin la presencia física de la persona.
Algunos autores como Elizabeth Kübler Ross, indican que para encontrar la paz dentro de la pérdida, es de gran ayuda mantener una conexión espiritual con la persona que ya no está. Esto significa, lograr darle valor al aprendizaje adquirido en la experiencia diaria que tuvimos con el fallecido. Por ejemplo, el aporte que generó en nuestras vidas, el propósito que cumplió, pensar en los lindos momentos vividos, recordar las anécdotas juntos, etc. Esto nos ayudará a aceptar el cierre de un ciclo, que por cierto es parte de nuestra naturaleza como seres humanos.
Y tú, ¿cómo has aprendido a llevar ese duelo y la pérdida de un ser querido?