Mucho se ha hablado de las altas cifras de bullying en Chile, pero pocas veces se da espacio a dar recomendaciones y pautas para aquellas familias donde sus hijos son los que fomentan el acoso escolar.
¿Sabías que según la UNESCO, hay un tercio de adolescentes que son acosadores? «Según investigaciones, en general, los (as) niños(as) que acosan a otros tienen como objetivo demostrar su poder ante el resto del grupo. Ocupando también este tipo de violencia como estrategia de control para obtener lo que se desea y para aumentar su sensación de poder, y así compensar sentimientos de inseguridad, angustia o frustración», explica Gretchen Beiza, psicóloga de Cognita, red global de colegios con más de 17 mil estudiantes en Chile.
Para comprender el fenómeno de quienes ejercen el bullying en su entorno, es importante investigar más allá de esta necesidad del niño de controlar los espacios donde se desenvuelve. ¿Es la violencia un modo válido de relación en el hogar? ¿Cuál es el vínculo familiar de ese niño? ¿Hay situaciones con sus hermanos mayores que no se están viendo?
¿Qué hacer si mi hijo hace bullying?
La psicóloga experta recomienda entender y reconocer las conductas, aunque se tengan dificultades para realizarlo.
«Uno podría observar que el niño tiene amistades en el colegio y no presenta sintomatología al respecto, probablemente porque está cumpliendo su objetivo de poder y liderazgo. Lo que sí es relevante y puede dar alguna luz de que algo está pasando, es observar las formas en las que se relaciona con sus amigos, con su familia o por ejemplo con sus hermanos, cuáles son sus dinámicas y cómo se desenvuelve socialmente. También hay que tener en cuenta que, si el colegio informa de alguna situación, ésta también debe ser acogida y trabajada».
Gretchen Beiza sugiere que los padres sean capaces de atender ante este tipo de conductas. «Jamás castigar. No debemos olvidar que los niños, niñas y adolescentes están en edad de crecimiento y aprendizaje y que, quienes hacen bullying o ciberbullying, no son niños o niñas malos, si no que necesitan ayuda, siendo responsabilidad de los adultos significativos enseñar las habilidades y competencias socioemocionales necesarias para que puedan establecer relaciones interpersonales sanas, basadas en el respeto y la empatía».
Asimismo, es recomendable que los adultos puedan indagar en la situación del menor, siempre escuchando y generando un espacio de acogida y sin prejuicios. Solo así se le podrá prestar la ayuda que necesita y buscar apoyo profesional para poder abordar la conducta violenta.
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